martes, 25 de abril de 2017

DUDAMEL...

Me refiero a Gustavo, el músico, el talentoso.  El que es hechura de ese milagro social y musical que significa el Sistema de Orquestas de Venezuela creado por el Maestro Abreu,  milagro que  junto al Doctor Jacinto Convit y el científico Humberto Fernández Morán, constituye en mi humilde entender el mayor aporte que ha podido hacer nuestro país a ese desaguisado conglomerado de engendros que nos empeñamos en llamar “raza humana”.

Pero como toda obra humana,  el Sistema de Orquestas no es perfecto. Si  bien es capaz de tomar a un humilde niño y al cabo de unos cuantos años, colocarlo en la élite de la música internacional, evidentemente que se hace necesario buscar las maneras que en el ínterin de transformar esa expectativa de talento en un monstruo musical, el elegido y tocado por los dioses pueda ser capaz de equiparar su talento con el compromiso y la solidaridad en cuanto a las personas que rodean y habitan su entorno, su barrio, su ciudad, su país.

Y sí, como en toda enseñanza,  el niño y el joven deben aprender la ciencia de la música y buscar siempre la excelencia en el dominio de los instrumentos. Pero a esa enseñanza, de manera paralela, debe acompañarse un continuo recordatorio de las razones por las cuales ellos se encuentran en ese lugar y bajo ese aprendizaje. Y es que el Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela tiene su génesis y razón última precisamente en eso: en la solidaridad y el compromiso de otras personas que trabajaron y trabajan arduamente en pos de esa maravilla de inclusión social y creadora de talentos que es nuestro Sistema. Su origen es precisamente recordar y tomar en cuenta a los otros, a los que no tuvieron oportunidades desde su nacimiento. Compromiso y solidaridad lo llaman por allí. Incluso un ser tan ególatra como yo puede entender esto.

Nada puede resultar entonces tan odioso y contra natura que un joven que, precisamente producto acabado de nuestro Sistema Nacional de Orquestas voltee acomodaticiamente la cara y el rostro ante las penurias y sufrimientos de su propio pueblo. Eso no tiene nada que ver con el compromiso ni con la solidaridad que ellos, sobre todo ellos, están llamados a encarnar. Y eso no es solo una contra natura, es ante todo una desgracia.

Que Gustavo Dudamel, una figura hoy por hoy de talla mundial y una autoridad en su campo, no diga ni pío en cuanto al drama y la enorme crisis que padece Venezuela es una cachetada al espíritu y propósito de ese Sistema que precisamente le permitió estar donde ahora está. Que Gustavo Dudamel estuviera dirigiendo una obra musical para los dictadores de turno en el mismo momento que en las calles de Caracas caían asesinados dos jóvenes tan venezolanos como él, y cegados en sus sueños de vida y futuro por la intolerancia de esos mismos dictadores, es un escupitajo a la dignidad y a la honradez que el Sistema está llamado a encarnar. Declararse “apolítico” en estas circunstancias, no solo es una burla a sus compatriotas, sino que constituye incluso una muy grave presunción de complicidad.

Seguro estoy no obstante, que Dudamel constituye una excepción en la regla que rige el Sistema Nacional de Orquestas. Convencido de que nuestros músicos están siendo fortalecidos no solo en sus herramientas instrumentales sino también en el constante recordatorio de jamás olvidar de donde vinieron ni de ser ajeno a la suerte y al futuro de su propia gente, sigo previendo un futuro aún más brillante para nuestro Sistema, con talentos que paseen orgullosamente por el mundo esa particular visión venezolana de entender la música. Y que conjuguen, al lado de su etiqueta de estrella mundial, el verbo de ser al mismo tiempo un excelente ciudadano y una mejor persona, que a la postre es lo único que en realidad importa. 


Dudamel, sin lugar a dudas, un gran músico y talento de talla mundial. Pero nunca será recordado como un gran venezolano. Bassil Da Costa y Robert Redman nos lo recordarán siempre. De eso tampoco tengamos ninguna duda.  









sábado, 25 de abril de 2015

LA PERTENENCIA

Cada vez que visito la casa de mi vieja hago exactamente el mismo comentario: “no entiendo cómo se puede jugar fútbol en ese potrero”. El comentario encuentra su contexto en la tradicional visita al privilegiado balcón del apartamento donde crecimos mis hermanos y yo, donde se consigue uno con una visión completa no solo de nuestro querido colegio de la infancia y adolescencia (San Agustín de El Marqués), sino de toda una panorámica del cerro Ávila que sería la envidia de un Armando Reverón. 

Mi sobrino adolescente, impertinente como solo se puede ser a la horrorosa edad de 16 años, me espeta con una sonrisa burlona que siempre que voy de visita hago exactamente el mismo comentario. Ciertamente, tiene razón, aunque no por eso deja de ser impertinente el carajito. 

 Pero es que creo que, más allá del típico e inevitable dejo de “adultez contemporánea” que va implícito en la constante repetidera de las cosas, y que parece que es de las pocas cosas que va en aumento a medida que se cumplen años, lo cierto es que es imposible para mí dejar de sentir que ese destartalado campo de fútbol, de una u otra manera, forma parte de mi propia vida, de mi propia esencia. Mi particular visión de la vida me hace denominarlo “sentido de pertenencia”. 

Precisemos nuevamente el contexto: se trata del mismo campo de fútbol donde ya un lejano día (martes, imposible olvidar ese tipo de días) llegué con unos escasos 7 años, de la mano de mi hermana mayor Raiza, a lo que sería mi primera práctica de fútbol. El amor fue a primera vista, sin duda. No solo eso, es el mismo campo donde me uniformé de futbolista por primera vez, donde jugué mi primer partido oficial de fútbol, donde anoté mi primer gol (contra el colegio Claret, cosas de la vida, el colegio donde estudió mi viejo y trabajó posteriormente una de mis hermanas); donde nos titulamos campeones del 3° Grado en la Semana Agustiniana en una célebre tanda de penales contra la odiada sección “B”; el mismo campo donde me dieron mi primera medalla. 

Eso sin mencionar que es el mismo campo de tantas travesuras con los panas de la infancia. También el de tantas conversas de culos y echaderas de vainas propias de la adolescencia. Es el mismo campo que, silente, observó y observa el paso de toda una generación, de niños a casi hombres, que durante más de 12 años pisaron y pisarán, de manera constante su ahora destartalada tierra. Y viniendo más acá, es el mismo campo donde mi impertinente sobrino también ha jugado fútbol por casi ya 10 años. 

Y tal vez él ahora no lo entienda muy bien, pero seguro que algún día entenderá esa pertenencia que se hace inherente cuando las personas se funden con un lugar para más nunca dejar de ser parte de él, sin importar años y distancias. Y es que son inamovibles del recuerdo el olor de su césped, la sensación de los tacos al pisarlo, el ruido de los balones de tantas prácticas y de los silbatos de los entrenadores, así como los hermanos de la vida que tuvimos el placer de compartirlo. Al final, soy parte, lo quiera o no, de ese rectángulo de juego. Como también soy parte del colegio, de sus salones, de su gente, de su escudo, de sus patios de recreo. Porque la pertenencia al final es eso: la extraña pero mágica e indeleble mezcla entre personas, sitios y momentos. 

Y la pertenencia está presente en todos los ámbitos que podamos imaginar: pertenencia a la familia, a una cuadra, a una universidad, a una ciudad, a un país. Yo soy Rodríguez no solo porque eso dice mi cédula, sino porque mi alma y mi esencia está impregnada en las cuatro paredes de la casa donde crecí con mis hermanos; y soy ucabista no porque mi título diga que tengo un grado en Derecho de esa universidad, sino porque mis sueños, mis esfuerzos, mis alegrías y una que otra arrechera también forman parte indeleble de esos edificios. Y soy caraqueño no porque haya nacido acá, sino porque acá besé por primera vez a una mujer y porque no habrá lugar en el mundo donde pueda volver a experimentar esa misma emoción. 

Tambien es esa pertenencia la que funciona como una especie de imán que, hagamos lo que hagamos, y cualquiera que sea el destino al que eventualmente nos lance la vida, nunca nos dejará olvidarnos de esos lugares con lo cual nos hemos mezclados y del cual formamos parte. Y no importa que tan lejos estemos o que tanto tiempo se pase sin verlos: nunca dejaremos de sentirlos como propios, ni en esta vida, y me atrevo a decir, en la próxima que nos espera. 

Por eso es que no habrá caso conmigo, para burla de mi querido sobrino impertinente. Seguramente la próxima vez que visite la casa de mi vieja, nuevamente voltearé a ver el destartalado rectángulo que guarda tantos momentos de mi vida, y traeremos de vuelta, aunque sea por un momento, a aquellos buenos amigos con los que compartimos literalmente, tanta “sangre, sudor y lágrimas” y una que otra maldad propia de la edad. 

Y con un dejo de intencionada soberbia, que tratará de disimular la inevitable y evidente nostalgia, volveremos a repetir la consabida frase: “no entiendo cómo se puede jugar fútbol en ese potrero”. 





viernes, 5 de septiembre de 2014

SEUL....Y ESOS 30 MINUTOS...

O tal fueron un poco menos, pero en este caso sirve el redondeo. Al fin y al cabo, considerando que es la primera puesta en escena de la era de Sanvicente con la Vinotinto, siempre se puede tener un poco de esa condescendencia típica que por lo general se le brinda a todo aquel que acude a su primer día de trabajo.

Trabajo duro por cierto, ese de dirigir a una selección nacional con más problemas que virtudes a la fecha actual. De entrada, Seul nos mostró una selección sin el 18 eterno de Arango encabezando la oncena. Será cuestión de acostumbrarse. Pero apartando esta, y una que otra ausencia puntual, incluyendo a nuestros cananles de TV, estaban los que son. El grueso de nuestra humilde elite futbolística estaba parada sobre el impecable césped del Bucheom Stadium, dando el punto de partida para el nuevo ciclo de la Selección.

Venezuela ha jugado hoy con Dani, Rosales, Vizcarrondo, Perozo, Cichero, Jimenez, Rincón, Guerra, Josef y los Rondón (Salo y Mario). Lo dicho, salvo algunas ausencias puntuales, estos nombres no variarán mucho en el corto y mediano plazo. Tres o cuatro jugadores más, y por ahora es todo lo que tenemos.

La historia de este juego dirá que Corea venció 3-1; dirá además que la defensa venezolana estuvo terrible, completamente desacertada y fuera de coordinación. Dirá también que el ciclo del popular Chita comenzó con una derrota, que no preocupa, pero derrota al fin, y que los coreanos, que duda cabe, fueron mejores sobre la cancha. Nada de exagerado hasta acá; nada fuera de lo normal. También que la definición de Mario Rondón en el único gol venezolano, fue la mejor del partido.

No obstante, se hace importante rescatar  del baúl de los olvidos ese espacio de tiempo entre el minuto 1 y el 30. Rescatar esa presión alta que se intentó en la salida del rival; el deseo (y solo fue eso en su mayoría, pero vale) de jugar en toques rápidos y en vertical, con claras intenciones de agredir al rival y de recuperar el balón bien lejos de nuestra retaguardia. En síntesis, se vió a una Vinotinto queriendo, intentando plasmar en la cancha lo que ha sido el dibujo de su nuevo técnico a través de su propia historia futbolística. Estos 30 minutos han sido los 30 minutos de lo posible, de lo querido, de lo que se quiere ver en una cancha junto a nuestros colores.

Del resto del partido, poco o nada que hablar. Se volvieron a ver los lugares comunes de errores, distracciones y hasta un cierto infantilismo imperdonable a este nivel. Corea prácticamente nos acribilló con su velocidad y cambios de ritmo, y esto, sumado a 3 goles perfectamente evitables con una defensa más sólida, no dieron una buena bienvenida al Chita. Cosas del fútbol.

Sin embargo, precisamente para estas cosas es que sirven esta clase de juegos. Para comenzar a cuadrar esquemas, y para observar donde se presentan los errores. El resultado de verdad, es lo de menos. Aquí lo importante es que el técnico se lleve una idea de como empezar a arreglar entuertos, así como de a poco ir impregnando al equipo de su estilo y forma de llevar este juego durante 90 minutos.

Hoy algo de eso se vió, por lo menos durante 30 minutos, o tal vez un poco menos. No importa. La meta es que esa intensidad se plasme en un sistema que dure 90 minutos y algunos más. Esa es la principal tarea y hacia allá, que no quepa la menor duda, apunta el objetivo de este cuerpo técnico. Trabajo falta y bastante, sobre todo en el aspecto físico de los jugadores, pero la calidad profesional, a Dios gracias, es algo que no escasea en la gerencia de este equipo.

Derrota entonces en Corea, sin ningún tipo de excusas. El rival fue superior, cometió menos errores que nosotros, y supo capitalizar los de este lado. Justo ganador.

Nuestra pequeña victoria: Seul, y esos 30 minutos...









sábado, 14 de junio de 2014

HET WILHELMUS O LA JUSTICIA POETICA...

No existe en el mundo del fútbol selección más golpeada a través de la historia que la Selección de Holanda. Nunca un país ha sido tan despreciado en su amor y su cortejo por el buen fútbol y por la calidad como la pequeña nación de molinos y tulipanes. 

Y miren que estos naranjas han tocado más de una vez la puerta del castillo de la bella doncella, tan desesperada de amor como ciega para reconocerlo. Una y otra vez  han ofrecido villas y castillos, buen fútbol y clase que raya en la poesía futbolística, pero que va. El amor y la bendición de la buena fortuna futbolística lo ha relegado una y otra vez a puestos de segundón, mientras vuelca su verdadero amor sobre otros candidatos de dudosa reputación. 

Cruyff, Neeskens, Krol, Rep, Gullit, Riijkaard y un tal Van Basten han sido algunos de los que a través de los tiempos se han encargado de buscar la manera, una y otra vez, de que esa ingrata y a ratos loca damicela pudiera darse cuenta de la calidad de amante que se le rendía a sus pies. No hubo manera sin embargo. Más recientemente, otra generación ha buscado formas alternas de enamorar a tan difícil princesa. Se estuvo muy cerca hace cuatro años, pero al final, en un último acto de marcada malcriadez e incoherencia (algo común en semejante personaje) la diosa fortuna eligió bendecir a un tercero distinto al buen fútbol venido de los Países Bajos.

Cualquiera en una situación similar de tan evidente ingratitud, hubiera levado anclas y partido a buscar otros horizontes, a cortejar a otras amantes que seguramente apreciarían con mayor gratitud todo el amor y la consideración de que hace gala este loable pretendiente. Pero que va, estos naranjas mueren con la suya, se empeñan, una y otra vez, con lealtad a su sistema y a su estilo, en tocar cada vez más fuerte la puerta del castillo de la doncella, gritando y demostrando, en un ejercicio que raya el absurdo, el eterno amor por el que han vivido. Buscando, que dudas cabe, que si no es por amor, por lo menos sea por persistencia que algún día sea tomado en cuenta. La tiene difícil, eso es seguro. 

Pero el fútbol tiene sus cosas y la pelota es redonda. Y algo de justicia poética se puede encontrar todavía en algunos lados. De otra forma no puede explicarse lo sucedido en el día de ayer, cuando una selección holandesa, de nuevo con su carta de presentación impecable de buen fútbol, no solo le propinó a España una de las palizas menos esperada en la historia de los mundiales, sino que además lo hizo ver como si fuera la cosa más fácil y normal del mundo. Y miren que agarrar al vigente campeón del mundo y bicampeón europeo, y darle hasta con el tobo, puede ser de todo, menos fácil y para nada normal que ocurra.

Pero allí estaban de nuevo los herederos de las viejas glorias de aquella acertadamente denominada "Naranja Mecánica" de los 70 (dos veces subcampeones mundiales); o de aquella máquina aceitada de buen fútbol que era Holanda a finales de los 80 y principios de los 90 (campeones de Europa) o más recientemente de aquel equipazo apeado de la final por los ingratos lanzamientos penales en Francia 98. Estos panas llevan la calidad en los genes y, sin atisbos de ningún tipo, le metieron 5 pepinazos a la soberbia España, tan inundada de halagos y farándula, que de verdad se comenzaron a creer que están en el club de los intocables del fútbol. Caro pagaron su equivocación, sin duda. La misma España que les quitó el manjar de la boca en el último mundial; la misma que alteró el orden natural de los campeones mundiales y vino a ocupar el puesto que innegablemente le correspondía a Holanda en la historia del fútbol.

Y es que el fútbol, a no dudarlo, le ha devuelto a Holanda, en solo 90 minutos, algo de lo mucho que estos panas le han entregado. Un fútbol sin complejos, con su propia marca personal, que hace de la calidad, la técnica y la estrategia una amalgama sin muchas referencias de comparación en el mundo actual. Un fútbol que siempre va hacia adelante, pues no saben vivir ni respirar de otra forma. Un fútbol si se quiere eternamente adolescente, lleno de esperanzas y sueños, que a veces incluso raya en la inocencia. 

Es ese fútbol adolescente el que ayer dominó por completo a un campeón mundial demasiado ocupado en modelos, cantantes, prensa chaborra y un sin fin propios de la hispanidad moderna. Un campeón demasiado lento que pensó que podía ganar solo con nombres, olvidando la premisa fundamental de que en el fútbol ganan son los hombres. Justicia Poética en todo el sentido de la palabra la victoria holandesa de ayer, porque la misma significó, en dos platos, la victoria del buen fútbol sobre la dejadez y la mediocridad.

Y si, ciertamente, nadie en su sano juicio cambiaría ganar la final de un mundial (así sea por penales) por golear en el primer partido de la Copa. En eso estemos claros, sobre todo aquellos que hablaban de "revancha" por lo sucedido ayer. Nada más alejado de la realidad. No conocerán ningún holandés que no cambie 100  partidos como el de ayer por alguna de las 3 veces que han llegado a la final. Tampoco diremos que ya Holanda va a ganar esta vaina de manera invicta además. 

Y mucho menos esperemos que aquella doncella del castillo, tan reacia al cortejo, a ratos desesperado del leal amante, haya milagrosamente cambiado de opinión y ahora sí, esté dispuesta a darle el ansiado "sí" al caballlero ataviado de naranja. Ella ya está viendo (de nuevo) a sus tradicionales candidatos y de allí parece que no la saca nadie. Así es la vida, y el fútbol también.

Pero esa misma doncella, por unos cuantos segundos, luego del pitazo final que anunciaba el 5-1 definitivo con el que su favorito cayó apaleado, en medio de la confusión y evidente enojo, se permitió un dejo de sonrisa al término del partido, mientras miraba a su eterno enamorado. Fue imperceptible ciertamente, pero para el orgulloso caballero venido de las tierras de molinos y tulipanes, eso ha sido suficiente recompensa.









domingo, 25 de mayo de 2014

INGRATO FUTBOL...

Ciertamente, has sido ingrato y hay que decírtelo, aunque no te guste. Tú, que creciste y te forjaste entre los arrabaleros y los descamisados, entre los barrios y las limitaciones, estás olvidando peligrosamente tus orígenes y esto hay que pararlo.

Porque, una cosa es que aquellos que antes te despreciaban como un simple juego de bárbaros y descastados hayan podido entender que tu grandeza universal también los puede incluir a ellos y, como no, hacerlos formar parte de tu gloriosa fiesta de noventa minutos. Pero otra cosa muy distinta, es que te me vayas a acostumbrar al glamour y a las excentricidades de todos aquellos que solo te ven como un mero negocio, con openings de escena tal cual ceremonia de los premios Oscar incluido.

Y es que no es posible vale, no es posible que estés alcanzando y llevando tu magia y tu grandeza de otrora a niveles de ingratitud inverosímiles para quienes te hemos conocido y palpitado desde niño. Nosotros, que conocemos tus historias y que fuimos atraídos hacia tu música precisamente por esa melodía que sonaba a simplicidad y que invitaba a un  mundo donde todo era posible, donde no existía más desigualdad que la calidad y el esfuerzo que cada quien era capaz de lograr, hoy estamos en plena arrechera y nos sentimos ciertamente traicionados.

Traicionados. Esa es la palabra. Ese es el sentimiento. Tú mejor que nadie sabes que siempre hay y habrá dos bandos, separados por una línea recta y un círculo central donde se juega el partido de la vida. De un lado están los que te ven y solo observan billetes verdes y cuentas bancarias; los que desprecian toda forma de sacrificio y sólo quieren montar un show utilizándote a ti como excusa. Jamás te han entendido y de verdad no les importa entenderte; no saben nada de ese idioma de simplicidad y sencillez en el que te formaste y de donde derivas tu grandeza. Menos podrán entender lo cómodo que siempre te ha sido elevar, sin ningún tipo de miramiento, al débil sobre el fuerte; al analfabeto sobre el educado y a la colonia sobre la metrópoli. 

Pero, frente a aquellos que solo te relacionan con una operación comercial, existimos otros, para quienes tu sola mención es sinónimo de alegría, diversión, esperanza, cerveza, amigos y por supuesto, el exagerado sentimiento de atribuirte una importancia que raya en lo absurdo. Es así, lo admitimos sin empacho. Por eso, entre otros epítetos más, es que nos conocen como "fanáticos". Y mira que lo somos. Ninguno de nosotros puede concebir la vida sin un partido semanal que ver, por lo menos. De hecho, a semejante escenario ni siquiera lo pudieramos llamar "vida". 

El problema con nosotros, o el mío en particular para no comprometer a más nadie en esto, es que te idealizamos, o mejor dicho, te romantizamos, si me permites el término. Y claro, tú podrás entender que esto no es de gratis. Tú mismo te encargaste de eso, y si no te acuerdas, te puedo traer algunos ejemplos.

Recordar, por ejemplo, aquél pequeño país perdido en la exótica América del Sur con no más de 2 millones de habitantes que cruzó el Océano Atlántico a disputarle a la todapoderosa Europa los torneos olímpicos del 24 y 28. Por supuesto que recuerdas el escenario. Tu grandeza bastó para recordarle a la autodenominada "civilización" que "los bárbaros" de éste lado del mundo tenían el mismo chance que ellos de ganar bajo tus reglas. Y de hecho, de ser mejores, tal como al final sucedió.

O también aquella gran historia donde 10 asustados jugadores del mismo pequeño país mencionado con anterioridad, fueron arengados por su capitán en un frío túnel de vestuario a no dejarse intimidar por más de 200.000 almas furibundas en un estadio y en un país que vivían y daban por descontada la victoria del grande sobre el humilde. Recuerdo como tú mismo te emocionaste con ese discurso y allí mismo le diste jaque mate a la soberbia, y volviste a engalanar con tu fortuna al pequeño, al humilde. Y ni hablar de aquel mulato brasileño salido de la más absoluta pobreza, al cual incluso le permitiste ser parte de tu nobleza y apodarse "El Rey". O aquel carajito salido de Villa Fiorito de no más de 1,65 y que solo tenía la zurda para defenderse dentro de la cancha y que con una mano entre milagrosa y fraudulenta, le estampó en la cara una bofetada de dignidad a uno de los imperios más soberbios de la historia de la humanidad. Hasta eso lo permitiste, siempre colocándote del lado del débil, porque total, ¿que significa un pequeño fraude al lado de todas las cicatrices de abusos sufridos en la historia a manos de los poderosos de siempre?

¿Te va quedando claro adonde voy? creo que sí. No es posible entonces, que de un tiempo para acá, tú, precisamente tú, te estés "ablandando" en ciertos aspectos que antes considerarías innegociables. Y no es que estemos propugnando una especie de "socialismo futbolero" o algo por el estilo, porque hasta allí no llega nuestra utopía contigo. Pero sí es hora de reivindicar de nuevo el buen fútbol y el sacrificio por encima de las chequeras y de la vanidad. De eso es lo que estamos hablando acá.

Ayer fuiste excesivamente ingrato con la final de la Champions. Tenía tiempo sin ver esto, pero ayer privilegiaste al rico sobre el pobre; favoreciste al que propugna como filosofía el músculo financiero sobre el que propugna el trabajo y el esfuerzo de los humildes y anónimos. Preferiste al que te dice: " el dinero lo puede todo" sobre aquel que refuta "solo el trabajo da la victoria". Y lo hiciste de una manera incorrecta, humillando al que menos tiene, porque, al final, tú lo sabes y yo lo sé, ese juego lo decidió la mayor cuenta corriente de un equipo sobre otro, no el mejor fútbol. Y eso, ambos lo sabemos, no tiene nada que ver contigo. Tú sabes que yo no soy amigo de apasionarme por equipos que no sean los de mi tierra y mi pueblo, tal como tú me enseñaste, pero debo decirte esto, aunque te pueda sonar como cierta alegoría o despecho blaugrana que tú, mejor que nadie, sabes que no existe en mí.

Porque ayer tenías un equipo como los que a tí te han gustado siempre: un equipo medio, con jugadores anónimos cuya nómina sumada es la de un solo jugador del rival. Con un DT de esos que nos invitan a soñar y que parecen encarnar el verdadero espíritu del juego; con una fanaticada tan acostumbrada a la derrota y al sufrimiento que ni ellos mismos se creían que estaban en esa instancia. Al frente tenían a un encopetado rival, acostumbrado a estas lides y en busca de su (imaginate tú) DÉCIMA copa. Con jugadores con salarios y egos estratosfericos y conocidos en todo el orbe, con un DT ya ganador de cuantos torneos puedas imaginar. Era la historia que siempre nos ha gustado: David contra Goliat. Pero mi estimado, algo pasó, porque el final no fue un final futbolero. Fue peor, fue un final lógico, predecible; algo impensable en nuestro mundo. Una falla del sistema, de nuestro sistema. Ganó el fuerte, el millonario, el encopetado. 

Esperemos que esto solo haya sido un error de esos que a veces ocurren, y que de verdad no te me estés acostumbrando a los estadios 5 estrellas, a los millones que mueven tu mercado o a la excesiva puesta en escena tipo película de Hollywood de tus torneos. Sabemos que el mundo evoluciona, y que los románticos del deporte como nosotros estamos destinados a extinguirnos; pero creo que, de alguna forma u otra, los valores que encarnas y que te han hecho lo que eres jamás deben ser enervados. Tú siempre has sido del débil, del pobre, del rechazado, del que no cumple con los parámetros del resto de la sociedad. Esa ha sido tu magia de siempre.

Ahora viene tu fiesta máxima, la Copa Mundial. No soy tan iluso como para pensar que privilegiarás a mi candidato (algún país de Africa que todavía no decido); pero sí aspiro que te des una vuelta por tus orígenes y tus historias, y que, como antaño, estés preparando esos batacazos que llegan hondo en el alma, que patean al soberbio y que te hacen lo que siempre has sido: el deporte del pueblo.



  




martes, 27 de noviembre de 2012

LA HERMANA DEL "SÍ"...

Por allí hace ya algunos años se podía ver en las vidrieras y estantes de muchas librerías un libro cuyo título era "Como Decirle No a la Gente", el cual parece que fue un éxito de ventas porque, entre todas las pendejadas que contenía, parece que su revelación principal era el enseñarle a las pobres y sedientas almas de esta época que eso de decirle "sí" a cuanta persona nos pidiera algo, era más nocivo incluso que fumarse un paquete de cigarrillos al día. Pero aquí entre nos, yo creo que semejante libro constituyó un error histórico desde todo punto de vista, comenzando porque la mayoría de la gente de esta época, por no decir la totalidad, tiene la negativa preparada a hacer cualquier cosa por el otro a flor de labios, casi como un reflejo pues. No se está terminando de pedir algo cuando la otra persona ya te está pensando la excusa para decirte "no", salvo que haya un interés de por medio claro, o porque no se tenga más remedio. 

Pero aparte de todo lo anterior, también se me venía a la mente una persona con quien el autor del referido libro seguramente hubiera perdido sus reales, por no decir su tiempo y esfuerzo. Y es que, en realidad, cuando se habla de mi hermana Rina, habría es que hacer un tratado completo, y traducido a 20 idiomas, de como se le puede decir "Sí" a las personas y no morir en el intento. Seguramente seria un éxito de ventas. Y yo me ofrecería sin lugar a dudas, a hacerle propaganda por todos lados.

Porque miren que es difícil toparse con una persona así; y yo tuve la grandísima suerte de no solo toparme, sino de tenerla en mi casa durante muchos años y disfrutar en vivo y directo, y de hecho, todavía lo hago, de la más grande generosidad que yo haya podido conocer en un alma. Porque hablar de mi hermana Rina es hablar sencillamente de un alma generosa y desprendida, de todo y con todos. 

Y tiro el primer ejemplo para los que piensen que se exagera desde esta esquina. Recuerdo peleas con Nelson, con Raiza y ni hablar con Rosnel. Pero con Rina no recuerdo ni una. Si se llevara una estadística de peleas y tiempo de arrecheras entre hermanos, la protagonista de estas líneas tendría el menor promedio en ambas, lo cual habla ya de entrada del talante de persona que es mi otra hermana mayor.

Pero su fuerte siempre fue su generosidad. Cualquier cosa, leáse bien, CUALQUIER cosa que se le pidiera, ella lo hacía, y con gusto además. Tuve la suerte de ser un hermano menor consentido por sus hermanos mayores, pero lo de Rina siempre fue sobresaliente. No habia ninguna duda al momento de pedirle a alguien que me preparara un té, me planchara una camisa o se hiciera pasar por mi mamá cuando el director del colegio llamara a la casa para informar que me había jubilado de clases. Mucho menos para asistir a las constantes citaciones que en mi época de "aborrecente" llegaban desde el colegio a la casa. Rina siempre estaba allí, como mi "representante legal" porque mis papás  "siempre estaban de viaje". Y ni hablar de cuando me firmaba las boletas con siete materias aplazadas. Esas cosas no tienen precio, definitivamente. Nunca se negó, siempre había un "sí vale" en sus labios. Y con una sonrisa la mayoría de las veces. 

Pero así era con todos en la casa, y eso lo saben el resto de la camada. En el viejo sistema de repartición del TV de la sala por días entre hermanos, el día más conflictivo era el martes, porque era el día en que la generosa Rina regentaba el aparato y todos nos peleábamos para que nos pudieran ceder más horas en ese día. Rina se limitaba a repartir las horas solicitadas, siempre buscando equidad entre todos sus hermanos. Nunca hizo gala del desprecio con el que el resto de los hermanos parábamos a los otros del TV cuando era nuestro día de de dominio. Hasta en eso siempre tuvo más clase que el resto. 

Pero a la generosidad y desprendimiento, hay que sumarle el sentido de humor muy particular que tiene mi  otra hermana mayor. Sería inútil tratar de explicarlo con palabras porque para entenderlo y disfrutarlo hay que vivirlo, pero estoy convencido que todos los que han intimado con la familia saben a que me refiero. Rina es la alegría y diversión personificada. No recuerdo nunca haberla visto apesumbrada o de mal humor ni mucho menos amargada; siempre tranquila, siempre transmitiendo serenidad y alegría. 

Un hecho destacable en toda esa entrega de generosidad, es que fue mi hermana Rina la que, con toda la paciencia del mundo, se sentaba conmigo a los 5 o 6 años y me ponía a leer el librito aquel cuyo nombre se me escapa; y lo mismo hizo con Rosnel. Por eso es que mi hermanita y yo eramos de los que mejores leíamos en Preparatorio, cuando el resto de los compañeros apenas se iniciaban en la lectura. Ni hablar cuando en Primaria, con toda la paciencia del mundo también, se sentaba a ayudarme en las pendejadas aquellas de artes plásticas para las que siempre fui terriblemente malo, o cuando trataba de explicarme operaciones de suma y resta. Y también recuerdo, que fue ella la que me contagió las paperas, aunque no estoy seguro si fue por mandato de Doña Rosa. Sea como sea, esa se puede considerar la única mancha negra en su historial conmigo. 

Rina también ha sido la más vérsatil de mis hermanas. Casi que hizo de todo: tocaba el órgano, hizo curso de modelaje, de actuación, de peluquería y de otras cosas más que ahorita se me escapan. Recuerdo que incluso fui su conejillo de indias cuando hacía su curso de peluquería; bueno siempre se ha sabido que mi tumusa es resistente a la más duras pruebas, entre ellas el pulso de la mano de Rina. Y ni hablar de los gritos que le ponían a hacer en su curso de actuación o modelaje. Todavía eso forma parte del Top10 de las cosas más chistosas que cualquier persona podrá escuchar en la Rodriguera. 

Entonces, generosidad a toda prueba; desprendimiento ni se diga. No recuerdo nunca a Rina armando alguna escena porque el Viejo no le comprara algo de marca; ni se le pasó por la cabeza pedirle un carro alguna vez ni algún regalo caro y nunca la ví con esas tonterías que la mayoría de nosotros hacíamos a determinada edad. Tampoco recuerdo haberle oído alguna grosería. Lo de ella siempre fue echar broma, hacer chistes de todo y claro, ayudarte en todo lo que le pidieras. 

Como el resto de las personas tiene sus manías y defectos claros. Uno de los principales es que es algo chismosita, pero es mujer así que eso no tiene mayor relevancia. Lo cierto es que si quieres que algo se sepa dentro de la familia y no quieres decirlo de frente, solo debes comentarselo a "lenguita" (como le dice el Viejo) y todo se sabrá en el lapso máximo de 48 horas. Otra de sus manías es que se niega rotundamente a que le tomen fotos porque "siempre sale mal". Bueno, cuestión de gustos, a mí me parece que sale genial en todas las fotos, pero bueno.

Siempre he estado convencido de que el que obra bien, le va bien en la vida, y cuando tengo mis dudas sobre esto, siempre me viene a la mente mi hermana Rina. Hoy es madre y esposa, y claro que el destino no podía tratarla de mejor manera que con un buen esposo y una maravillosa hija. Mi sobrina Oriana es el sueño de cualquier padre: linda e inteligente y la mejor estudiante de su clase; no dice groserías y a sus casi 13 años está clarita en que el tal Justin Bieber es un payaso. En fin, que toda la generosidad, desprendimiento y buen humor que toda la vida ha mostrado mi hermana del "Sí" necesariamente tenía que reflejarse en lo más grande que le ha dado la vida: su hija. Es que no había otra. 

Y mi linda hermana hoy anda de cumpleaños; un cumpleaños más llenando de alegría, generosidad, desprendimiento y sencillez a esta complicada familia donde Dios tuvo el buen tino de colocarla; y donde desde siempre nos ha contagiado a todos con sus ocurrencias y sus bromas, y claro, con sus manias y sus chismes. 

Y en función de una de esas manías, y solo por ser tu cumpleaños, no coloco ninguna foto tuya; o mejor dicho, no una foto tuya directa; sé que estarás de acuerdo conmigo en que Oriana es la mejor imagen y reflejo de lo que tú has sido y seguirás siendo para nosotros por muchos años más....

Feliz Cumpleaños Gatu....






martes, 13 de noviembre de 2012

HERMANA MAYOR...

Cierto que no eres mi única hermana mayor, pero ambos sabemos que el título te queda casi como que perfecto. Es decir, Rina bien podría haber sido la más pequeña y sin embargo siempre mantendría ese aire de amigable, siempre sonriente, echadora de vaina al extremo y muchas cosas más. Pero en la difícil tarea de ser "La Mayor" el destino no se equivocó contigo: eres la Hermana Mayor por derecho y el título no puede quedarte mejor. Nelson, Rina y Rosnel seguro que coincidirán conmigo. 

Y es que no puedo imaginar como puede ser una hermana mayor distinta de lo que tú has sido. Carácter fuerte desde siempre, tu tamañito no guarda en absoluto ninguna relación con ese huracán que se desata cuando alguien tiene la brillante idea de buscarte pelea. Y ni hablar de cuando se metían con algunos de tus hermanitos. Allí saltabas como la propia fiera, aunque esos "hermanitos" fueran muchas veces de los que tiraban la piedra y escondían la mano. En el fondo sabemos que tú lo sabías, pero igualmente no dejabas que ningún extraño osara meterse con alguno de nosotros o tan solo "sugiriera" que alguna travesura había salido de algún vástago de La Rodriguera, y eso contando con que el famoso "Tobita" formaba parte de esta familia. 

Igualmente como la primogénita tuviste la oportunidad de vernos a todos babeandonos en la cuna y llorando por cualquier pendejada. De hecho, creo que a mí y a Rosnel hasta nos limpiaste el rabo más de una vez, como siempre nos recordabas cuando nosotros lo hacíamos con Rafael Antonio. Y ya desde entonces tenías la mala costumbre de agarrar cualquier cosa que estuviéramos comiendo: desde las compotas que tenías que darnos, y de las cuales nos dabas una cucharilla y te comías dos, pasando por los famosos sandwichs que Nelson dejaba haciendo en la tostadora mientras se bañaba. Recuerdo como si fuera ayer como salías corriendo de la cocina y te encerrabas en el cuarto, mientras el bolsa aquel se quedaba pensando si habían sido dos o tres los panes que había puesto a tostar. 

Y es que aunque tengas el carácter demasiado fuerte, yo recuerdo demasiadas cosas que todavía me hacen reír y que tienen tu nombre y apellido. Tu relación con el Viejo es una vaina demasiado buena, porque es la propia relación de papá-hermana mayor. Recuerdo a Papá despertándote con cacerolas, tobos de aguas y cosas por el estilo cuando tú le decías que te levantara temprano para ir a la Universidad. O aquella vez que llegaste tarde y entraste sigilosamente con los tacones en las manos mientras el Viejo dormía en el sofá, para que al final, justo cuando abrías la puerta de tu cuarto, se te cayeran los zapatos, despertando a tu querido padre en el acto. O aquella vez que no sé por que extraña razón, salías con unas tijeras y le decías a Rina que no se quedara dormida porque le ibas a cortar el largo cabello que se gastaba. Yo lo único que hacía era destortillarme de la risa, tal cual como lo estoy haciendo justo ahora.

Como la mayor fuiste la primera en ir a la Universidad, la primera en llevar un título universitario a la casa, la primera en ir a un postgrado y la primera en tener su propio TV en el cuarto. De hecho, tenías el privilegio de ser la única que no compartía habitación con nadie. Y recuerdo las peleas que Rosnel y yo nos lanzábamos para que tú nos concedieras el "privilegio" de ver la TV en tu cuarto mientras tú no estabas. En fin, cosas de hermanitos con las que tuviste que lidiar muchas veces. Para lo que siempre fuiste mala era para esconder la llave de tu cuarto cuando pretendías que nadie entrara. Rosnel y yo movíamos cielo y tierra, a veces ayudados por Rina claro, para encontrar esa bendita llave dorada y acceder a la tierra prometida que era ese cuarto con TV propia. 

Como tu carácter no fue ni nunca ha sido nada fácil, eran frecuentes las peleas entre hermanos. Tus disputas con Nelson formaron un clásico solo comparable a un Caracas-Magallanes. Es que creo que se han pasado la vida entera peleando por cualquier vaina, como cuando se dividían el banana split que le obligaban a Rina a pedir en el Crema Paraíso, pero creo que en el fondo ambos se quieren con cierta dosis de locura, que por orgullo jamás lo admitirán, pero que reflejan en cada uno de sus sobrinos. Con Rina siempre has mantenido cierto grado de complicidad y creo que son las que mejor se entienden, pero también te tiras tus peleas de vez en cuando, al igual que con Rosnel. Ni hablar con Doña Rosa. Al final son mujeres y ustedes se entienden; lo que sí es cierto es que ni de vaina se me ocurrirá llevar una novia a la casa el mismo día en que las tres hermanas andan juntas. 

Como madre eres una dictadora, pero también eres una de las mejores madres que conozco. Y es que ese Rafael no es nada fácil. Todos sabíamos que ese chinito que era puro pelo y que ni se sentía en los primeros tres meses no tardaría en desembocar todo el "estímulo" que tú te empeñabas en darle desde la barriga. En fin, que el muchacho nos salió tremendo pero bueno, y hoy en día tienes un adolescente que ya te saca media cabeza de tamaño, juega fútbol, toca guitarra y a los gritos se mantiene en la difícil academia que es el San Agustín. Estoy seguro que al final será un tremendo profesional y que con toda razón, sabrá a quien deba agradecer en gran medida cuando llegue el momento.

Con los sobrinos eres la mejor tía. Y eso teniendo en cuenta de que el pobre Hector Alexander no tenía dos horas de nacido cuando ya tú lo estabas regañando. Y aquí estamos de nuevo de acuerdo: de tí podrán decir cualquier cosa, menos que no eres una buena tía con tus sobrinos. Yo siempre he pensado que a la gente no hay que juzgarla tanto por lo que dice sino por lo que hace, y en este sentido, te ganas el título de la Tía del Año, y creo que eso lo saben desde Héctor Alexander hasta Mariana Isabel.

Y conmigo, bueno, clase aparte. Claro que hemos tenido nuestros encontronazos, pero creo que soy con el que menos has peleado. Siempre supe que conmigo eras un poco más especial que con el resto. Supongo que de cierta manera, fui un pequeño juguete para tí cuando era un recién nacido y esa visión no te abandonó nunca. Pero más allá de todo, siempre fuiste una buena hermana. Recuerdo cuando eras toda una ejecutiva con carro del año y con varios pretendientes detrás. Fue en esa época cuando cumplí los 18 años que me fuiste a buscar para llevarme a un caro restaurant a almorzar para celebrar mi mayoría de edad. Mucho más atrás, recuerdo que fuiste la que me llevó a mi primera práctica de fútbol, cuando contaba con solo 7 años y era un mocoso que se asustaba por todo; o aquella vez que me acompañaste en el autobus al Colegio San Ignacio de Loyola para mi primer partido fuera del San Agustín. Ni que decir que fuiste la única que osó darme su carro para que yo lo manejara, o la primera que me honró nombrandome el padrino de su único hijo. Y también creo que fuiste la primera que me regaló un preservativo. 

Siempre se ha dicho que los hermanos son los amigos que uno nunca escogió, pero de haber podido elegir una hermana mayor seguramente la misma no sería muy distinta a lo que tú has sido, tanto para mí como para el resto de la camada. Quiero que sepas que siempre te he querido pero sobre todo admirado por lo que eres, y por como afrontas la vida con ese carácter siempre indomable y férreo. Te podrás equivocar o no, pero siempre mantienes tu posición y tu coherencia y eso es algo que por estos días no se ve mucho. Y eso te hace sumamente especial y única, sobre todo porque al final, pareciera que como toda hermana mayor, siempre terminas teniendo la razón.

Feliz Cumpleaños Hermana Mayor; gracias por cambiarme los pañales y consentirme a tu manera, pero sobre todo, muchas gracias por estar siempre allí para todos....




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