Ya está aquí. Como todos los años, el segundo domingo de mayo es el día escogido, vaya usted a saber por quien, para homenajear de alguna u otra forma a ese ser tan especial, tan maravilloso, que durante la bicoca de nueve meses promedio nos llevó en su milagroso vientre, y que a partir de entonces no ha dejado de cuidarnos, alimentarnos, vestirnos, regañarnos y lo más importante, amarnos, como nadie en esta vida (ni en la próxima) lo hará nunca.
Pero sinceramente, y tirándome una de aguafiestas, yo no estoy de acuerdo con semejante fecha, o mejor dicho, de verdad nunca me he sentido aludido por ella. Antes de que algún distraído lector comience por sospechar que yo formo parte de esa desdichada lista de niños "desmadrados" que no tuvieron la fortuna de tener en su vida y a su lado a esa persona tan especial que hasta la mierda nos limpiaba, debo dejar en claro que al contrario, más bien tuve la fortuna de disfrutar de todas las atenciones propias de esa extraña relación, donde por lo general sólo una de las partes entrega todo lo que puede, mientras que la otra solo se limita a pedir y pedir. Paradoja no muy común en los seres humanos, donde el gran promedio no mueve un dedo si el otro no le ha regalado, como mínimo, el sistema solar completo.
Pero en fin, volviendo al punto, no estoy de acuerdo con ese día por múltiples razones, pero la que tiene mayor peso en mi catálogo de terquedades, es la que pasa por la denominación de la fecha: "Día de la madre", porque para ser sinceros, ¿quien de verdad en esta vida ha tenido una "madre"? yo no, por supuesto, de hecho, puedo decir con absoluta propiedad que yo nunca tuve "madre". Desde que tengo uso de razón, yo lo que tengo es "MAMÁ". Así, en mayúscula, "MAMÁ".
Y no es un simple tecnicismo de términos. No para mí. Comenzando desde que uno es una pequeña y diminuta criatura que se babea cada dos por tres, de vaina puede dar tres pasos sin caerse y lo único productivo que hace lo deja a cada rato en ese compasivo e ingenioso invento que llamamos pañal. Desde ese mismo momento ya nuestro cerebro es capaz de discernir la diferencia. Yo nunca pude articular la palabra "madre", de vaina podía decir era "MAMÁ". Y así fué que se quedó Doña Rosa, para el resto de mi existencia, gústele a quien le guste.
Y de esa "MAMÁ" es que yo vengo a hablar hoy. De Doña Rosa se pueden decir muchas cosas. Lo primero y principal, y muy original, es decir que ella es la mejor "MAMÁ" del mundo. Pero eso es lo mismo que por lo general, millones y millones de seres alrededor del planeta dicen, así que no vale la pena ahondar en esto. Entonces, me atreveré a hablar de otras cosas.
"MAMÁ" nació en un hogar de clase humilde pero digno en Barcelona, Estado Anzóategui, un 13 de enero de 1945. Es la tercera de una catajarra de hermanos. Hija de una orgullosa descendiente de canaria, y de un altísimo (aunque esa estatura no la heredamos) descendiente de indio de acá, su vida de niña tranquila sufrió una transformación de 180º grados cuando el Chivúo de allá arriba decidió que necesitaba los diligentes servicios de su señor padre, mi abuelo Juan Rafael. Once años tenía "MAMÁ" cuando de un solo golpe, se quedó sin papá, sin ingresos para la casa y con una familia numerosa a la cual había que alimentar.
"MAMÁ" como una de las mayores, tuvo entonces que dejar la escuela, ponerse zapatos altos y "salir a buscar el pan de la casa" cuando su único deber en realidad era jugar y divertirse, como lo hacen todas las niñas de su edad. Pero desde entonces, ya esa niña mostraba el carácter que indudablemente, la ayudaría a enfrentarse con éxito a todas las difíciles pruebas que la vida le pondría adelante. Y es que "MAMÁ" hizo todo lo que su educación y decencia le permitió. Sin ningún tipo de complejos, porque como siempre dice, "el trabajo nunca es una verguenza, verguenza es el flojo", limpió casas, sirvió mesas, asistió e hizo café a médicos, abogados, planchó camisas para extraños, se mudó a la capital muy joven, se hizo independiente, aprendió a luchar, vió a la pobreza de frente y no le rehuyó la mirada, la plantó pelea y nunca se dejó carajear por la misma.
Y tanto dió, que al final la niñita flaquita venida de Oriente pudo establecer su familia. Se consiguió a ese estudiante de derecho negrito con afro y bien feíto, que la llevaba a bailar un sitio donde el mismo carajo que atendía la puerta, era el mesonero, el que ponía la música y el que servía los tragos. Sin embargo, ella se enamoró, ni modo, a pesar de la mala cara que desde el pueblo le ponía mi orgullosa abuela, descendiente de canarios, no muy convencida de que sus futuros nietos salieran con ese cabello tan malo. Se convirtió en "MAMÁ" de cinco carajitos, de todos los colores y tipos de cabellos, uno más ladilla que otro, y así empezó la historía como "MAMÁ" de Doña Rosa.
Y fue una "MAMÁ" estricta, pero llena de amor hacia sus vástagos. En la casa era la gerente, sin discusión. Llevó el mando con una eficacia que ni los egresados del IESA, porque eso de criar cinco carajitos mientras el esposo estaba en una oficina todo el día no debe ser nada fácil. No obstante, nunca faltó la comida, nunca el vestido, nunca la atención médica, nunca el cariño, al lado de los inevitables regaños y uno que otro cuerazo, de esos que siempre hacen falta.
Y comenzó entonces la historia de las salsas boloñas, de la obsesión por la limpieza, de los regaños a grito partido, de las amanecidas durante las fiebres, de los besos de consuelo después de las inyecciones, de las sonrisas con las buenas notas de la boleta y de los regaños cuando no eran tan buenas. De las camisas del colegio planchadas y de los regalos de cumpleaños.Y en todo sacó las notas más altas, ella, la niña que nunca pudo llegar a quinto grado de primaria, pasó con honores la crianza y la educación de cinco, CINCO carajitos.
Luego los hijos le crecieron, y "MAMÁ" ya no tenía tareas que corregir, regaños que pegar para que se durmieran porque mañana había colegio, ni pediatras que consultar porque los niños tenían fiebre. Entró entonces en esa etapa donde sólo queda guardar silencio ante los problemas de sus hijos y vivirlos con ellos, siempre dispuesta, como no, a entregar la vida si fuera necesario por su cría, aunque nadie le pidiera tamaño sacrificio claro.
Y entonces le llegaron los nietos. Uno tras otro, hasta tener hoy cinco. "MAMÁ" tuvo que reactivarse porque el papel de abuela en estos tiempos es mucho más activo que el de tiempos pretéritos. Asume su rol de abuela como asume todo en la vida: con carácter. No es siempre la típica abuela consentidora, de hecho los dos nietos mayores, ya casi adolescentes, más de una vez se llevan su tradicional dosis de regaño, pero nadie podrá decir que "MAMÁ" no ama a sus nietos con todo su corazón, y que los alcahuetea como nunca lo hizo con ninguno de nosotros.
Al lado de todo esto, esa vida que siempre fue tan dura con ella, le recuerda constantemente que no debe bajar la guardia. Una diábetes controlada le recuerda día tras día lo frágiles que somos los seres humanos, a pesar de todos los triunfos que se puedan conseguir en la vida. Pero "MAMÁ" la lleva con toda la dignidad que heredó de mi abuela Carmen, la orgullosa descendiente de canarios, y esa diábetes sabe, desde ya hace mucho tiempo, que no tiene un rival fácil en Doña Rosa.
Pero lo que sí resulta fácil es escribir y escribir sobre "MAMÁ", tanto que casi podría pasar todo el día recordando chistes y anécdotas de mi vieja. Escribir por ejemplo, que adora ver Televisión Española y que le encanta España y su Rey-deben ser los genes de la Abuela Carmen-; o que le gusta jugar Bingo y que ahora sufre enormemente porque se los cerraron. También que le encanta el pescado y por supuesto, que es fanática hasta llegar a la depresión del Magallanes. También que se ríe a sabrosas carcajadas viendo cuánto programa de talk show mayamero consigue en el cable y que nunca comerá arroz chino. Que la Selección de Nacional de fútbol no se llama Venezuela sino "Vinotinto", y que su bandera es y será siempre de siete estrellas. Y adeca claro, adeca hasta la muerte.
Enseñanzas de "MAMÁ"? mis hermanos tendrán muchas otras, pero en mi caso particular, la valentía ante los problemas de la vida. Ella me enseñó que el hecho de ser pobre materialmente no significa que la pobreza deba invadir tu alma y tu carácter. Por el solo hecho de haber visto la pobreza de frente, mi "MAMÁ" tiene toda la moral para decir a viva voz que no puede entender el resentimiento que se ve actualmente por estos lados. Desprecia a morir a cualquiera que se haga la víctima y culpe a los demás por ser pobre, y desprecia aún más a todos aquellos que utilizan la pobreza para manipular a la gente. "Pobreza no es razón para ser bruto" filosofa de vez en cuando la flaquita niña que no fue nunca a la Universidad de las ciencias, pero que tiene un Master en la de la Vida, la que cuenta.
Y uno sabe, por lo menos en mi caso, que el estado de cuenta debido a Doña Rosa es de verdad impagable. Que no bastarán ni siquiera tres vidas para poder cumplir con tantas noches en vela, con tantos cariños y enseñanzas, con tantos remedios dados y con tantos pastichos y asados preparados. ¿Como se paga una entrega así? ni siquiera hago el intento de averiguarlo, no hay forma. Menos un solo domingo al año. No caben los domingos de mayo en mi vida para poder saldar tan enorme deuda.
Y es que en definitiva, sea segundo domingo de mayo o no, sea en esta vida o en la otra, ella sera la que siempre te esperara, y sin importar la hora, alli estara tu cena...
Pero sinceramente, y tirándome una de aguafiestas, yo no estoy de acuerdo con semejante fecha, o mejor dicho, de verdad nunca me he sentido aludido por ella. Antes de que algún distraído lector comience por sospechar que yo formo parte de esa desdichada lista de niños "desmadrados" que no tuvieron la fortuna de tener en su vida y a su lado a esa persona tan especial que hasta la mierda nos limpiaba, debo dejar en claro que al contrario, más bien tuve la fortuna de disfrutar de todas las atenciones propias de esa extraña relación, donde por lo general sólo una de las partes entrega todo lo que puede, mientras que la otra solo se limita a pedir y pedir. Paradoja no muy común en los seres humanos, donde el gran promedio no mueve un dedo si el otro no le ha regalado, como mínimo, el sistema solar completo.
Pero en fin, volviendo al punto, no estoy de acuerdo con ese día por múltiples razones, pero la que tiene mayor peso en mi catálogo de terquedades, es la que pasa por la denominación de la fecha: "Día de la madre", porque para ser sinceros, ¿quien de verdad en esta vida ha tenido una "madre"? yo no, por supuesto, de hecho, puedo decir con absoluta propiedad que yo nunca tuve "madre". Desde que tengo uso de razón, yo lo que tengo es "MAMÁ". Así, en mayúscula, "MAMÁ".
Y no es un simple tecnicismo de términos. No para mí. Comenzando desde que uno es una pequeña y diminuta criatura que se babea cada dos por tres, de vaina puede dar tres pasos sin caerse y lo único productivo que hace lo deja a cada rato en ese compasivo e ingenioso invento que llamamos pañal. Desde ese mismo momento ya nuestro cerebro es capaz de discernir la diferencia. Yo nunca pude articular la palabra "madre", de vaina podía decir era "MAMÁ". Y así fué que se quedó Doña Rosa, para el resto de mi existencia, gústele a quien le guste.
Y de esa "MAMÁ" es que yo vengo a hablar hoy. De Doña Rosa se pueden decir muchas cosas. Lo primero y principal, y muy original, es decir que ella es la mejor "MAMÁ" del mundo. Pero eso es lo mismo que por lo general, millones y millones de seres alrededor del planeta dicen, así que no vale la pena ahondar en esto. Entonces, me atreveré a hablar de otras cosas.
"MAMÁ" nació en un hogar de clase humilde pero digno en Barcelona, Estado Anzóategui, un 13 de enero de 1945. Es la tercera de una catajarra de hermanos. Hija de una orgullosa descendiente de canaria, y de un altísimo (aunque esa estatura no la heredamos) descendiente de indio de acá, su vida de niña tranquila sufrió una transformación de 180º grados cuando el Chivúo de allá arriba decidió que necesitaba los diligentes servicios de su señor padre, mi abuelo Juan Rafael. Once años tenía "MAMÁ" cuando de un solo golpe, se quedó sin papá, sin ingresos para la casa y con una familia numerosa a la cual había que alimentar.
"MAMÁ" como una de las mayores, tuvo entonces que dejar la escuela, ponerse zapatos altos y "salir a buscar el pan de la casa" cuando su único deber en realidad era jugar y divertirse, como lo hacen todas las niñas de su edad. Pero desde entonces, ya esa niña mostraba el carácter que indudablemente, la ayudaría a enfrentarse con éxito a todas las difíciles pruebas que la vida le pondría adelante. Y es que "MAMÁ" hizo todo lo que su educación y decencia le permitió. Sin ningún tipo de complejos, porque como siempre dice, "el trabajo nunca es una verguenza, verguenza es el flojo", limpió casas, sirvió mesas, asistió e hizo café a médicos, abogados, planchó camisas para extraños, se mudó a la capital muy joven, se hizo independiente, aprendió a luchar, vió a la pobreza de frente y no le rehuyó la mirada, la plantó pelea y nunca se dejó carajear por la misma.
Y tanto dió, que al final la niñita flaquita venida de Oriente pudo establecer su familia. Se consiguió a ese estudiante de derecho negrito con afro y bien feíto, que la llevaba a bailar un sitio donde el mismo carajo que atendía la puerta, era el mesonero, el que ponía la música y el que servía los tragos. Sin embargo, ella se enamoró, ni modo, a pesar de la mala cara que desde el pueblo le ponía mi orgullosa abuela, descendiente de canarios, no muy convencida de que sus futuros nietos salieran con ese cabello tan malo. Se convirtió en "MAMÁ" de cinco carajitos, de todos los colores y tipos de cabellos, uno más ladilla que otro, y así empezó la historía como "MAMÁ" de Doña Rosa.
Y fue una "MAMÁ" estricta, pero llena de amor hacia sus vástagos. En la casa era la gerente, sin discusión. Llevó el mando con una eficacia que ni los egresados del IESA, porque eso de criar cinco carajitos mientras el esposo estaba en una oficina todo el día no debe ser nada fácil. No obstante, nunca faltó la comida, nunca el vestido, nunca la atención médica, nunca el cariño, al lado de los inevitables regaños y uno que otro cuerazo, de esos que siempre hacen falta.
Y comenzó entonces la historia de las salsas boloñas, de la obsesión por la limpieza, de los regaños a grito partido, de las amanecidas durante las fiebres, de los besos de consuelo después de las inyecciones, de las sonrisas con las buenas notas de la boleta y de los regaños cuando no eran tan buenas. De las camisas del colegio planchadas y de los regalos de cumpleaños.Y en todo sacó las notas más altas, ella, la niña que nunca pudo llegar a quinto grado de primaria, pasó con honores la crianza y la educación de cinco, CINCO carajitos.
Luego los hijos le crecieron, y "MAMÁ" ya no tenía tareas que corregir, regaños que pegar para que se durmieran porque mañana había colegio, ni pediatras que consultar porque los niños tenían fiebre. Entró entonces en esa etapa donde sólo queda guardar silencio ante los problemas de sus hijos y vivirlos con ellos, siempre dispuesta, como no, a entregar la vida si fuera necesario por su cría, aunque nadie le pidiera tamaño sacrificio claro.
Y entonces le llegaron los nietos. Uno tras otro, hasta tener hoy cinco. "MAMÁ" tuvo que reactivarse porque el papel de abuela en estos tiempos es mucho más activo que el de tiempos pretéritos. Asume su rol de abuela como asume todo en la vida: con carácter. No es siempre la típica abuela consentidora, de hecho los dos nietos mayores, ya casi adolescentes, más de una vez se llevan su tradicional dosis de regaño, pero nadie podrá decir que "MAMÁ" no ama a sus nietos con todo su corazón, y que los alcahuetea como nunca lo hizo con ninguno de nosotros.
Al lado de todo esto, esa vida que siempre fue tan dura con ella, le recuerda constantemente que no debe bajar la guardia. Una diábetes controlada le recuerda día tras día lo frágiles que somos los seres humanos, a pesar de todos los triunfos que se puedan conseguir en la vida. Pero "MAMÁ" la lleva con toda la dignidad que heredó de mi abuela Carmen, la orgullosa descendiente de canarios, y esa diábetes sabe, desde ya hace mucho tiempo, que no tiene un rival fácil en Doña Rosa.
Pero lo que sí resulta fácil es escribir y escribir sobre "MAMÁ", tanto que casi podría pasar todo el día recordando chistes y anécdotas de mi vieja. Escribir por ejemplo, que adora ver Televisión Española y que le encanta España y su Rey-deben ser los genes de la Abuela Carmen-; o que le gusta jugar Bingo y que ahora sufre enormemente porque se los cerraron. También que le encanta el pescado y por supuesto, que es fanática hasta llegar a la depresión del Magallanes. También que se ríe a sabrosas carcajadas viendo cuánto programa de talk show mayamero consigue en el cable y que nunca comerá arroz chino. Que la Selección de Nacional de fútbol no se llama Venezuela sino "Vinotinto", y que su bandera es y será siempre de siete estrellas. Y adeca claro, adeca hasta la muerte.
Enseñanzas de "MAMÁ"? mis hermanos tendrán muchas otras, pero en mi caso particular, la valentía ante los problemas de la vida. Ella me enseñó que el hecho de ser pobre materialmente no significa que la pobreza deba invadir tu alma y tu carácter. Por el solo hecho de haber visto la pobreza de frente, mi "MAMÁ" tiene toda la moral para decir a viva voz que no puede entender el resentimiento que se ve actualmente por estos lados. Desprecia a morir a cualquiera que se haga la víctima y culpe a los demás por ser pobre, y desprecia aún más a todos aquellos que utilizan la pobreza para manipular a la gente. "Pobreza no es razón para ser bruto" filosofa de vez en cuando la flaquita niña que no fue nunca a la Universidad de las ciencias, pero que tiene un Master en la de la Vida, la que cuenta.
Y uno sabe, por lo menos en mi caso, que el estado de cuenta debido a Doña Rosa es de verdad impagable. Que no bastarán ni siquiera tres vidas para poder cumplir con tantas noches en vela, con tantos cariños y enseñanzas, con tantos remedios dados y con tantos pastichos y asados preparados. ¿Como se paga una entrega así? ni siquiera hago el intento de averiguarlo, no hay forma. Menos un solo domingo al año. No caben los domingos de mayo en mi vida para poder saldar tan enorme deuda.
Y es que en definitiva, sea segundo domingo de mayo o no, sea en esta vida o en la otra, ella sera la que siempre te esperara, y sin importar la hora, alli estara tu cena...