lunes, 18 de abril de 2011

VISA PARA UN SUEÑO...

Mirando un poco (un poco bastante en realidad) hacia atrás, a la época en que uno era un adolescente, puedo recordar que sonaba mucho en las fiestas, y de hecho, todavía suena, un pegajoso merengue del para entonces (ya el solista trascendió al conjunto) grupo dominicano 4:40, titulado "Visa para un Sueño". Palabras más, palabras menos, la canción versa sobre las peripecias que debían pasar los dominicanos para conseguir "la gracia" de una visa para buscar mejores rumbos en tierras lejanas, rumbos que les eran evidentemente negados en su propia tierra.

Claro, para ese entonces, uno como venezolano veía esas cosas exactamente como lo que era, una simple canción para pulir la hebilla (los que lo hacían, yo en realidad, pisaba cuanto pie cometía el atrevimiento de bailar conmigo) en cualquier desorden o bochinche de matrimonio, de graduación, o de verbena. Si alguien por casualidad dejaba de lado las vueltas y el "maraqueo" inherente a nuestra particular forma de bailar y se ponía a pararle algo a la letra, se encontraba entonces con el drama de una sociedad lejana, de carencias mucho más pronunciadas que las nuestras, con una crisis de sociedad tan grave, que sus nacionales se veían empujados a irse a otro país a pasar trabajo, frío, discriminación y cuanta situación tiene que vivir alguien que decide intentar insertarse en otra sociedad motivado por una única y fundamental razón: la necesidad.

En cambio, de este lado de la canción, los venezolanos estaban muy lejos de semejante necesidad. Al contrario, siempre fuimos un país que recibía inmigrantes. Primero fue la oleada de españoles, italianos y portugueses que huían de la guerra y de la miseria de sus países y encontraron en esta tierra todo lo que su sitio de nacimiento les negó, pasando por los de latitudes más cercanas que, atraídos por el boom petrolero y la abundancia de los años setenta, y finalizando con otros más al sur que huían de las brutales dictaduras que azotaban esa parte del continente, todos sin excepción encontraron en esta tierra la puerta abierta, sin miedo ni recelo de ningún tipo. Los venezolanos en cambio, si hacíamos cola para visas, era sólo por mera necesidad turística. Míster, déme una visa que voy a gastarme unos 15.000 dolares en Miami. Demás está decir que obtener una visa para el Norte, en esa época, era un tiro al piso.

Y es que el venezolano no era de estar probando rumbos en otros lados. Claro que toda regla tiene su excepción, pero los venezolanos que viajaban a otras latitudes, si no era por el mero placer turístico, lo hacían con una beca educativa bajo el brazo, la cual una vez finalizada traía de vuelta a casa a esos destacados hijos con conocimientos científicos listos para aplicarlos en beneficio de su gente. Porque en ninguna cabeza cabía que el venezolano tenía necesidad de emigrar, con este país que nos gastamos, bendecido (eso dicen) de manera casi sobrenatural por todos lados.

Y no es que nunca el país haya estado en crisis. Desde que tengo uso de razón vivimos en una crisis económica, pero de verdad yo nunca ví ningún éxodo masivo de venezolanos, ni observé las embajadas de otros países atestada de tantos connacionales buscando quien sabe qué. Repito, eso era cuestión de colombianos, ecuatorianos, peruanos, dominicanos y vaya usted a saber que más, pero no nosotros. Nosotros recibíamos, nosotros eramos el destino, no el punto de partida.

Tristemente todo eso ha cambiado, y para peor me parece. Hoy nuestros puertos ya no se atestan de ciudadanos de otras partes del mundo queriendo intentar un nuevo comienzo bajo esta contradictoria tierra. Hoy los que se atestan de gente son los aeropuertos y las embajadas, pero de otros países, recibiendo miles de solicitudes de venezolanos desesperados por irse del país que los vio nacer. En otras palabras, de un tiempo para acá, pasamos de ser un país que recibía inmigrantes a un país que los despide. Es un fenómeno que parece incrementarse con el paso del tiempo y que por supuesto tendrá las más claras y lógicas explicaciones de la gente que sabe de estas cosas.

Pero yo, que no sé casi nada de nada, no puedo salir de mi perplejidad de cómo ha cambiado la sociedad donde yo nací. Reflexiono un poco sobre el asunto y de verdad, es increíble la cantidad de amigos y conocidos que hoy hacen vida en otras latitudes, empujados por las más diversas razones, pero lo cierto es que esas personas, que crecieron y estudiaron conmigo, en la cuadra, en el colegio, en la universidad, de un día para otro, y casi sin aviso, hoy hacen vida en otros cielos, bien lejos del lugar donde por derecho de sangre, ellos deberían estar jodiendo la paciencia.

Entonces recuerdo a mi buen amigo de la infancia montado por allá en Seattle, entregando sus grandes conocimientos de fútbol a unos niños que solo piensan en "soccer"; o viene a la memoria un adolescente amor platónico la cual desde ya no sé cuanto tiempo vive en Miami, o mi entrañable amiga de la Universidad pasando el frío parejo en Minnesota luchando por los inmigrantes; ni que decir de mi querida amiga también universitaria dando tanto cariño y bondad por las calles de Madrid; o aquel" ratón de muelle" con quien se disfrutaron tantas peas, dando coñazos en Barcelona; también la atractiva compañera y pana del postgrado repartiendo belleza por Mexico; al igual que mi estimada, talentosa y siempre recordada abogada en Alicante, y ni hablar de mi siempre extrañada alemana maracucha, ahora respirando los aires de Trinidad.

Eso por mencionar a los que de una u otra forma, en momentos y lugares distintos, han estado un poco más cerca del resto. Pero también están todos aquellos compañeros del colegio, de la Universidad, de la vida, todos repartidos por el mundo, sin ninguna esperanza cierta de volver algún día. De hecho, todos asentandóse cada vez más en el lugar elegido para un nuevo comienzo.

Sin embargo, y como todo ser humano, uno no aprende en cabeza ajena. No. No obstante todo ese incremento de ciudadanos venezolanos llenando visas de residencia, de trabajo o de lo que sea en cualquier embajada de cualquier país, no es hasta que ese fenómeno toca a la puerta de tu casa cuando de verdad, comienzas a pararle realmente bolas al asuntico ése de las familias separadas, de los hermanos distanciados y de los corazones destrozados. Como bien lo expreso Martín Niemoller en su famoso poema: "..primero vinieron por los judíos, pero como yo no lo era, no dije nada...".

Pero es solo cuando te tocan a los seres queridos, a los seres que tú nunca piensan que se irán más lejos que 10 minutos en carro, o bueno dos horas si se está en el tráfico caraqueño, cuando uno sí arma el alboroto. Es así, ahora es que uno se coloca en el pellejo de tantas y tantas familias que llorosas, se abrazan a sus familiares en aeropuertos y despedidas y se juran que nunca se olvidarán, que no se van tan lejos, que no es para tanto, "que están a solo 9 horas de avión".

El día de hoy, una persona muy especial para mí está pasando por ese drama. Así, casi sin aviso y sin protesto, se queda sin una hermana y sin un sobrino al cual adora y por el cual ella daría su vida. Sus padres, unos señores de lucha y progreso, de un día para otro se quedan sin una hija y sin un nieto al cual ver y consentir todos los días de su vida, como debe ser, como tiene que ser. Y un país se queda sin otro valioso futuro, valga decir. Claro que siempre estará el Skype, el Facebook, los aviones y las vacaciones, pero coño de la madre, no es lo mismo, no puede ser lo mismo. El cariño, el calor de hogar, la querencia y la pertenencia no se transmite por un mensaje de muro en FB.

Su caso no es el único. Dentro de unos cuantos meses, será mi propia familia la que tenga que despedirse, abrazarse y jurarse que no es para tanto, que no se está tan lejos, y que siempre se podrá tomar un avión de aquí pa allá, y de allá pa acá. Entonces serán mis viejos los que verán a su hija y a su nieta partir, serán mis hermanos y yo los que de repente, ya no tendremos a esa hermanita tan cerca como siempre tuvo que estar, ni tampoco a esa belleza de bebé que es nuestra sobrina mas pequeña, repartiendo alegría a donde quiera que llega. Así como a mi persona especial en el día de hoy, nos tocará ingresar en las estadísticas y decir, a partir de ahora, que tenemos un sitio donde llegar fuera del país, como inútil consuelo a una separación tan dolorosa, como si en esos sitios no existieran hoteles.

Y nadie discute que estos cambios sean para bien. De hecho, estoy convencido, tanto en el caso que esa persona especial está pasando hoy, como el que yo tendré que sufrir en el corto plazo, que dentro de todo, es lo mejor que puede pasarle a nuestra familia que se va. Hoy por hoy, van a un mejor país, aunque duela decirlo, donde nuestros pequeños sobrinos podrán crecer con más esperanzas que acá, donde la gente está más pendiente de salir adelante a través de su trabajo y no a través de una ideología, y donde se facilita el progreso y no se obstaculiza. Claro, pero todo lo anterior, no alcanza a llenar el hueco en el corazón que la ausencia del ser o de los seres queridos deja, eso es seguro.

Porque, como entiende Doña Lourdes eso? como entiende que ya no tendrá todos los días a su nieto corriendo por los pasillos de su casa? Como entenderá Doña Rosa que su nietecita ya no le bailará todos los viernes y le sonreirá cuando le ofrezca la masita de arepa? ¿Como entienden los hermanos que falta una jugadora para armar la echadera de vaina de siempre? ¿Como entiende un país y una sociedad tan necesitado de talento la fuga de sus mejores ciudadanos?

Mientras escribo esto, esa persona especial debe estar con el corazón chiquito, despidiendo a la familia que se va. Ella sabe que tiene todo mi apoyo y mi hombro por si quiere llorar, así como yo estoy seguro que tendré el suyo cuando al que se le ague el guarapo sea a mí. Y es que así somos los de acá, jodedores por siempre y a todo buscandole el lado positivo, aunque por los momentos no lo consigamos. Ni modo, somos desierto, selva, nieve y volcán, y siempre se saldrá adelante, como saldrán adelante los que ahora se van, porque la marca de nacimiento no se borra ni con los -20 grados de invierno que puedan hacer en Montreal en pleno invierno.

Lo dramático de la cuestión es que esa persona especial y yo no somos casos aislados. Lo doloroso es que esas escenas se van repitiendo y repitiendo todos los días. Las embajadas siguen recibiendo innumerables peticiones, papeles y documentos. Se está a la búsqueda del antepasado, del futuro esposo, del enamorado, de quien sea, que pueda dar la visa para un sueño. Algunos lo logran, otros no han podido, pero en eso están. No quiero ya imaginarme quien será el próximo o la próxima, pero lo cierto es que ya no quiero despedir a más nadie, no me interesa donde llegar en otros países, insisto, allá hay hoteles.

Y mientras todo esto pasa, una sociedad indiferente ve a sus ciudadanos partir, una Patria dolida llora a sus hijos que tal vez nunca volverán, como no sea de turistas, y unas madres y abuelas se quedan sin hijos ni nietos que consentir, en el doloroso trance de una Nación a la cual le han saqueado todo, hasta su propio futuro. O es que todos esos niños que se van no eran también el futuro de este país?

Mientras tanto, solo queda la despedida, decir que es un hasta luego, llorar todo lo que haya que llorar, dejar que el tiempo, que todo lo cura, haga su trabajo, y guardar a tu familia en el sitio más seguro del mundo, tu propio corazón, el que a fin de cuentas, y sin importar los kilómetros, guarda los recuerdos más queridos...

Porque para eso no hace falta una foto dos por cuatro, ni tampoco visa para un sueño...






"BUSCANDO VISA LA NECESIDAD, BUSCANDO VISA QUE RABIA ME DA
BUSCANDO VISA GOLPE DE PODER, BUSCANDO VISA QUE MAS PUEDO HACER..."

viernes, 15 de abril de 2011

LA VIDA ES UN ESTADO DE ANIMO...

Hace poco tuve una conversación (bueno lo de conversación es un decir, lo correcto sería decir un intercambio de mensajes por el BB; así están los tiempos hoy en día) con una buena amiga, cuyo nombre no es determinante acá, pero que a los efectos llamaremos CT. El intercambio de mensajes, entre palabras más y palabras menos, discurrió de la siguiente forma:


Yo (en son de joda): (...)pero el sábado le voy al Madrid contra el Barsa!!(...)


CT: es imposible que le vayas al Madrid cuando el juego del Barsa es más bonito y limpio!!


Yo (en tono acádemico): eso no importa, el fútbol es un estado de ánimo y el Madrid viene en alza...


CT (supertemeraria):!!Disculpame pero perdoname que te contradiga, pero el fútbol NO es un estado de ánimo, el fútbol es una pasión que nace en el balón y se desarrolla con los 11 que lo tocan en la cancha. Si el fútbol no es más que un estado de ánimo para tí, entonces eres un AFICIONADO, no un verdadero fanático!!!.


Quienes de verdad me conocen, así lo que se dice bien, sabrán cual es mi estado de ánimo cuando me dedico a hablar de fútbol. También los que me conocen saben que si de algo no me podrán tildar jamás en esta vida (del resto sí) es de que yo no sepa de que estoy hablando cuando hago alguna referencia al deporte más universal del mundo. Quienes me conocen, saben la reacción químico-neuro vascular que semejante frase, escrita por mi querida CT, pudo producir y de hecho produjo en mi organismo.


Y no es que CT sea cualquier aficionada. No, al contrario. Si una de las principales cosas que me gustan de ella es que no es la típica fémina que observa el fútbol sólo para ver a los tipos en pantalones cortos. Sí lo hace como no, pero al lado de ésta muestra irrefutable de su feminidad (porque sí algo tiene también es eso) CT es una caraja que de verdad le gusta el juego, se apasiona por su equipo, insulta a los árbitros, conoce las posiciones de los jugadores y hasta va al estadio!!!...aunque últimamente su versión de mujer casada no hace acto de presencia en el Olímpico con la regularidad que lo hacía la mujer soltera (mucho más divertida que aquella). En todo caso estoy averiguando si es que las actas de matrimonio de ahora contienen alguna prohibición a las mujeres casadas de ir al estadio a apoyar, pero ese es otro tema.


De hecho, por CT es que mi tradicional intolerancia hacia esa despreciable extirpe denominada "pastelero" ha amainado en los últimos tiempos (Pastelero: argot futbolístico venezolano para identificar a esas personas que se cortan las venas por equipos cuyas ciudades se encuentran a 3.000 km de distancia) . Ella de cierta forma me hizo ver que se puede ser de aquí y de allá, siempre y cuando exista un vínculo de sangre fuerte con la tierra de los ancestros y aunque no exista dicho vínculo, esa vaina es peo de ellos, me dijo una vez. Cierto, así es.


No obstante lo anterior, me parece que mi querida y catalana (si, es del Barcelona y por cuestiones de sangre, no como la mayoría de los pasteleros de acá, aquí vino otra vez mi intolerante reprimido) amiga se equivoca de cabo a rabo cuando pretende crucificarme por pensar, tal como los mayores expertos del mundo futbolístico piensan, que el fútbol es un estado de ánimo.


Veamos. La frase en cuestión se le ha endilgado a ese filósofo del fútbol llamado Jorge Valdano, campeón del Mundo con Argentina en el 86 y actual dirigente del odiado rival de CT, el Real Madrid. Aquí tal vez pueda radicar, en parte, la animadversión de mi estimada hacia la clásica frase, animadversión que se me antoja proveniente de su mismo ADN blaugrana, porque aunque CT es una de las mujeres mas inteligentes que conozco, no creo que haya tenido conciencia cierta de que la autoría de la frase correspondía a Jorge Valdano.


Y que explica esta frase, repetida y suscrita por centenares y centenares de jugadores y técnicos a lo largo de la historia? pues muy sencillo. La frase en cuestión nos explica, de una manera por demás sencilla, que no importa el talento, no importa la condición física, no importa que lleves 500 partidos invicto o que las apuestas estén en contra de tí 500 a 1. Lo verdaderamente importante y determinante para vencer en el fútbol, al igual que en la vida, es el estado de ánimo que se tenga para afrontar los partidos y desafíos que se te presentan. Punto. No hay mayor profundidad en esto. No se ha descubierto el agua tibia. Así es la teoría.


Pero esta teoría tiene su práctica, y comprobada además. Ejemplos en la historia del fútbol abundan, famosos y rebuscados. Entre los famosos (y mi favorito personal) está lo acontencido el 16 de julio de 1950 en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, Brasil. Se enfrentaban entonces, el superfavorito y talentoso equipo local, contra un Uruguay que venía en son propicio de cordero camino al matadero. De acuerdo a la modalidad de ese entonces, no se jugó un partido final como ahora se hace, sino que se jugó un cuadrangular. Para hacer el cuento corto, si Brasil empataba o ganaba, era campeón. Nadie osaba hablar de que el rudo y gris equipo uruguayo pudiera vencer, ni los mismos periodistas uruguayos lo creían pues. Un Brasil lleno de figuras, de talento, de pasión, de jogo bonito y espectacular era el claro favorito en las apuestas. Ciertos sectores uruguayos llegaron incluso a insinuar que era conveniente que algunos jugadores se hicieran expulsar para justificar la seguramente humillante goleada que recibirían.


Sin embargo, y ante un marco de 200.000 personas, y una inmensa nación de 100 millones de habitantes pegadas al aparato de radio, una sola persona, con un estado de ánimo distinto, cambió el rumbo de la historia. Cuando Brasil se fue arriba en el marcador, y el carnaval se encendía en el estadio y en todo el país, Obdulio Varela, capitán de los uruguayos, agarró el balón depositado en sus redes, se lo colocó debajo de un brazo y, con un trote lento, se dirigió al juez de línea para reclamar un off side por demás claramente inexistente. Los brasileños no entendían nada, y los uruguayos menos. Varela se quedó hablando con el linier y después exigió un traductor para que el inglés lo pudiera entender, mientras que los brasileños solo se dedicaban a insultarlo, desesperados por reanudar el juego. Allí pasó como 10 minutos.Tiempo suficiente para que el equipo brasileño y las 200.000 personas perdieran el ímpetu que trajo el gol. Luego, Varela trotó de nuevo hacia la media cancha y colocó de nuevo el balón para la reanudación. El trabajo estaba hecho: los jugadores uruguayos, que veían como el mundo se les venía encima al momento del gol brasileño, pudieron, en esos 10 minutos, modificar su estado de ánimo, calmarse y reagrupar fuerzas. Los brasileños, que traían el ímpetu de comerse al rival, aplacaron sus fuerzas. El resto es historia.


Y es que de verdad, no importa realmente el tamaño del rival, o lo bien que pueda jugar un equipo. El ánimo lo es todo. Si Varela no hubiera sido un tipo de esos que afrontaban los partidos con el temple que siempre mostró, si no se toma esos 10 minutos para que el ánimo de su equipo no cayera, seguramente ese día se comían mínimo 6 goles. El equipo de Brasil era evidentemente superior en todos los sentidos, pero un solo momento en el juego, donde el estado de ánimo de los jugadores fue modificado por una acción puntual, dió al traste con tanta magia futbolística que tenían en sus pies los jugadores del Scratch.


El fútbol está lleno de estos ejemplos. Más cercano a nuestro tiempo tenemos a la selección de España, de la cual mi querida amiga CT es clara doliente, hoy flamante campeona mundial y de Europa. España siempre tuvo el fútbol, siempre tuvo los jugadores, pero algo pasaba siempre, algo que no dejaba que la Roja perdiera el eterno mote de la "siempre favorita". Ese "algo" tenía evidentemente que ver mucho con el estado de ánimo de sus jugadores. Bastó que a trompicones y como pudieron (incluso venciendo a su eterna bestia negra, Italia, en semifinales) llegaran a la final de la Eurocopa del 2008 y vencer a los temibles alemanes, para que los españoles se convencieran de que sí eran capaces de ganar un torneo. Ese convencimiento es el estado de ánimo del que habla Valdano y compañía. El talento existía, las condiciones físicas también, la táctica impecable, pero sin convencimiento, sin el estado de ánimo adecuado, no se va pal baile en ningún lado. Si España no ganaba la Euro del 2008, seguramente tampoco habría ganado el Mundial, eso es seguro. ¿Que cambió en España? el ánimo con el que ahora enfrentan los partidos, con esa confianza que ahora les da el saberse campeones.


Por eso y por múltiples ejemplos más, mi querida CT, es que el fútbol es un estado de ánimo. Claro que el Barcelona tiene el talento, claro que su fútbol es una pasión que nace en el balón y se desarrolla con los 11 que están en cancha, pero nada de esto tendría sentido si cada uno de esos jugadores no tienen el estado de ánimo suficientemente aleccionado para brindar semejante espectáculo, el animus futbolisticus para llamarlo de alguna forma. Y por eso te puse el ejemplo del Real Madrid para el juego de mañana: ese equipo viene en alza porque saben que tienen en sus manos la oportunidad de vengar tantas humillaciones recientes que le ha impuesto la maquinaria de Guardiola. Están en semifinales de la Champions por primera vez en siete años y ante su eterno rival además, vienen de un 0-5 en el partido de ida y tienen la oportunidad, en menos de un mes, de borrar tantas humillaciones en varios frentes además. (La liga está perdida, pero pueden ganar Champions y Copa del Rey). Si hay algo que trabajan los cuerpos técnicos mi estimada, es el ánimo de los jugadores, porque saben que es aquí donde se deciden de verdad los partidos. Recuerda el famoso video de Guardiola antes de la final de Champions ante el Manchester U. Nada podría hacer tu amado Piqué si por cualquier causa, entra con un estado de ánimo inadecuado para un juego.


Y como se dijo, nada de esto es nuevo, ni se está descubriendo el agua tibia. El fútbol, con su desesperante simplicidad, constituye como pocos deportes un fiel espejo y reflejo de la vida, donde la única forma de enfrentar los desafíos y los problemas, sean grandes o pequeños,van a depender en mayor o menor medida del estado de ánimo con que las asumamos, porque al fin y al cabo, de nosotros mismos no dependen la mayoría de los problemas que nos encontramos, pero sí dependen de nosotros la forma como los enfrentemos, si tirarnos a llorar y dejar que todo se pierda, o de plantarle cara a la vida y darse golpes con ella cuando sea necesario.


Porque al final del cuento, mi catalana consentida, el fútbol, como la vida, es sencillamente un estado de ánimo.




lunes, 4 de abril de 2011

DANDO ALEGRIA A MI CORAZÓN...

Me gusta la música de Fito Paéz. Confieso que lo estoy escuchando de un tiempo para acá y que no puedo atribuirme la condición de "fanático" del pana desde que el mismo andaba por las calles de Rosario tirándose cuatro peos y saliendo de cuánto bar maloliente habita esa ciudad sureña. Pero lo poco que conozco de sus letras y su música de verdad me identifican, mucho más allá de una rítmica mariposa tecnicolor.

Del poco repertorio que conozco, creo que uno de los que más tarareo, y cuyas frases rompen récord de colocación en cuanta red social existente me lo permite, es áquel que constituye un verdadero S.O.S de ayuda-sin destinatario específico- y que se titula "Dale Alegría a mi Corazón". La canción en sí misma, constituye un verdadero clamor del que la canta para con su interlocutor- desconocido se vuelve a insistir- de que le alivie en algo las penas, de que le dé un poco de alegría, porque "hoy no tuve un buen día por favor". Dificulto de verdad que exista ser humano en esta vida que no pueda identificarse, por lo menos alguna vez, con cualquier parte de esta recomendada pieza musical.

El sábado pasado acudí, según costumbre, al estadio de fútbol para ver a mi eterna adicción roja, el Caracas FC, en otro partido más del ya avanzado Torneo Clausura del fútbol nacional. Pero esta ocasión presentaba algo especial, algo distinto, y no sólo porque por primera vez en mucho tiempo, no me ubicaba en el mero centro de la grada central, justo debajo de la bandera nacional. En una de inevitable aburguesamiento-la edad comienza a pegar- y ayudado en gran medida por el importante puesto que una gran y vieja amistad ocupa en uno de los patrocinantes del equipo, me situé ese día en los puestos VIP de la tribuna techada. Demás está decir que las acciones de esta amistad han tenido un alto repunte en el mercado de valores (Forza Ysa!!!)

Así que allí estaba yo, sentado en los "Very Important Person" (lo cual mi alma arrabalera siempre se ha empeñado en traducir como los "Very Insignificant Person" soy así, que puedo hacer) al lado de otra fiel amistad (Visca Rodia!!) preparado para disfrutar, una vez más, del particular sabor que tiene el fútbol en mi ciudad. Pero esta ocasión era sin duda especial. Y es que como nunca antes, no sólo es que se deseaba, es que era necesaria, URGÍA la victoria. Allí llegó otra vez Fito Paéz a sentarse en la silla VIP y su ruego al interlocutor anónimo: "Y dale alegría a mi corazón, es lo único que te pido al menos hoy".

Y es que ciertamente, hay días de días, semanas de semanas y meses de meses. Pero estos últimos días no han sido exactamente de los mejores. Noticias allá y eventos acá, terminan por pisotear al optimista que se lleva por dentro y a elevar al podio de ganadores al ladilla pesimista de siempre repitiéndote al oído: "te lo dije, todo es una mierda". Noticias que terminan por agarrarte el corazón y colocarlo al ritmo de una marcha fúnebre.

Y entonces es cuando viene el ruego y la súplica. Quieres darle un poco de alegría a ese corazón triste. En mi caso, y ante la comprensible (y a veces no comprensible) ausencia de los tradicionales interlocutores y destinatarios, siempre puedo contar con mi querido Rojo, uno de los pocos que casi nunca falla. El siempre está allí, fiel a la cita cada 15 días, dispuesto a asumir su rol de destinatario de mi súplica, y a brindarme alegría, empeñado en hacerme entender, una y otra vez, que las penas que aquí estuvieron, sencillamente no estarán más.

Y así comienza la terapia de 90 minutos. Al minuto 16 una escapada de Alexander Gonzalez deja solo a Barahona, quién me recuerda, al fusilar el arco rival, que aunque mi hermanita del alma se vaya a vivir lejos, eso no significa que el cariño también se va. Que ella siempre estará a tu lado, como siempre lo estuvo desde que ambos eran niños, y que no hay distancia posible que pueda con la madera fina de la cual ambos están hechos. Y es que me dicen el Matador y yo soy del Rojo.

De la misma forma, el golazo de Edgar Jimenez que puso el 2-0, me espeta en la cara, con la misma soberbia violencia del chute, que aunque seguramente nos perderemos muchos de sus momentos, Mariana Isabel seguirá siendo tu sobrina-ahijada, y que la vida lamentablemente es así, a veces separa a las familias sin ninguna aviso. Uno entiende que, pese a todo, Mariana va a crecer en un sitio donde no existe ese gusto por el resentimiento y la mediocridad que lamentablemente está enquistado, de un tiempo para acá en nuestra sociedad, y que pese a la tristeza y el hueco en el corazón que va a dejar su no presencia, todo será por y para su bien. Tendremos una sobrina gringa, ni modo, pero al Caracas lo quiero, y lo llevo en el corazón, por eso esta temporada a salir campeón.

Sin poder recuperarme del segundo, se vino el tercer gol, obra magistral de Angelo Peña. El grito de celebración terminó de ahogar la arrechera que supuso el ser vetado para un buen trabajo que venía cocinando hace ya tiempo, sólo por aparecer en una lista. Con ese gol vino la convicción de que, aunque por los momentos no pareciera ser el caso, la justicia siempre llega, y que nada cae en saco roto. Entonces que la canten todos, la linda canción, incluso que la canten los pasteleros a los que les falta corazón.

Luego hizo su aparición también el Giova Romero, recogiendo un rebote y colocando el cuarto gol, el cual me explicó que, aunque entiende que da arrechera, ya uno no anda de 15 y el cuerpo pasa factura. Que mejor me lleno de paciencia y hago mi terapia de recuperación del hombro, que ya llegará el momento de volver a los extrañables ejercicios, de los cuales ya llevo apartado casi 5 meses. Que por ahora siga haciendo lo único que puedo hacer: correr. Y claro, cantar, cantar a todo pulmón que hoy he vuelto a la cancha después de tanto tiempo, y que nuestros jugadores están metiendo el pecho.

Y como nunca hay quinto malo, y como por lo general, el que abre siempre es el que cierra, Barahona volvió a recordarme en esa tarde de fútbol perfecta, con su segundo tanto y el quinto del Rojo, que aunque tengamos todos los peos del mundo, siempre es posible encontrar una salida, y que la vida es un asunto demasiado importante para tomarsela tan en serio. Que lo único que no tiene remedio en esta vida es la muerte, y que para entonces, ya nada importará. Y que ya llegó tu barra, la que grita, la que salta, la que toma birra y fuma marihuana.

Se acaba el juego y la terapia de 90 minutos ha surtido sus efectos. Suenan los tres pitazos del árbitro y uno ya ve el mundo un poco distinto. Claro, el destinatario de mi súplica no puede evitar que mi familia sufra una dolorosa separación, ni me podrá devolver el trabajo que por méritos era mío y me fue arrancado por el resentimiento y la mediocridad. Mucho menos me puede devolver la fuerza que necesita mi hombro para ser el mismo de hace un año. Nada de eso.

Pero mi súplica no cae en saco roto. Llegué pidiendo alegría para mi corazón y me fué dada. Grité a los cuatro vientos que no tuve un buen día, y se me respondió con creces. Me espetaron y me gritaron que afuera se irían las penas y el dolor y cumplieron, que ya podía beber y emborrachar la ciudad en celebración, dejando marcada en el alma la particular satisfacción que supone entregar tu corazón a algo que no puedes controlar. Satisfacción de plena libertad, porque finalmente, solo es libre áquel que ama sin esperar nada a cambio.

Como no te voy a querer??





viernes, 1 de abril de 2011

EXTRAÑANDOTE...

Así es señorita, se le extraña y mucho. No pretendo hacer de esto una declaración de amor ni mucho menos, pero ciertamente su ausencia duele, y cala hondo en los huesos y en los músculos, en el ánimo y en el corazón.


Quite esa cara de sorpresa y no se haga la desatentida. Usted mejor que nadie sabe lo que desde este lado de la cancha se siente por su aroma, por la belleza de su desnudez y por los recuerdos de los atardeceres en su compañía. Y si todavía no lo ha notado pues, mala suerte, pero ambos sabemos que eso no es verdad.


Las señales han sido por demás claras. Desde que te conocí, siempre te he buscado, de una forma o de otra. Cualquier excusa siempre era válida al momento de tenerte cerca, de disfrutar de tu olor, de tu color, de tu mirada, de tu sonrisa. Creo que el brillo en mis ojos era evidente cada vez que te miraba, como evidente es el hecho de que daría cualquier cosa por tenerte a mi lado. Cosas de la vida, uno siempre se antoja de lo que no debe.


Pero tú siempre tan altiva, tan inalcanzable. Por momentos pareciera que cedieras, pero que va. Tu amor es otro, venido quien sabe de donde, pero es a él a quien te entregas por completo, haciendo caso omiso de esta devoción hacia tu piel y hacia tu corazón. Solo entregas lo justo, sin advertir que cada mirada o caricia tuya, solo va colocando más distancia a tu necesario olvido.


Si tan solo pudieras entender lo que siento por tí. Pero eso es imposible, lo sé. Tampoco existen palabras para explicarlo, y aunque existieran, las mismas no tendrían ningún sentido, porque los grandes amores de la vida no tienen explicación alguna, se sienten o no se sienten, punto. En mi caso, mi amor por tí fue sin duda, amor a primera vista, y a segunda, y a tercera, y a cuarta, y ya no sé por cual absurda medida humana va. Lo cierto es que sin explicación ni razón alguna, usted se ha convertido en inolvidable para mí, y mucho.


La mayoría de las personas no entienden de mi devoción por tí. De hecho, la mayor parte de mi propia persona tampoco. Lógico, somos seres humanos y está claro que para entender al amor, es necesario quitarse ese manto mundano y racional que respiramos día a día y perderse en la magia, en la devoción y en la entrega sin límites de nuestra pequeña parte de divinidad. Por esto es que somos dioses. Porque somos capaces de amar, de dar y de morir por algo o por alguien, sin necesidad de esperar nada a cambio.


Y por eso sé que te amo. Porque no espero ya nada de tí. Porque soy capaz de hacer lo imposible por verte, por tenerte cerca y sentirte, y al mismo tiempo no me interesa si puedes regalarme una sonrisa, una palabra o un gesto de cariño. Me conformo solo con saber de vez en cuando de tí, y llevarte en mis cinco sentidos todos los días de mi vida, hasta que Aquel que está arriba decida que hacer conmigo.


Y recordarte claro. Recordar el día en que te conocí. Recordar el color del cielo de ese día y el olor del aire. Fue un día que conversamos por horas y horas, aderezados ambos con bastante alcohol y sinceridad. Allí mismo te prometí amor eterno. Tú te reíste, sin creerme. Pensaste que sólo eran los efectos de la intoxicación alcohólica, y que te olvidaría apenas diera vuelta. Pero te equivocaste señorita, jamás te di olvido, al contrario. Te he extrañado cada día de mi vida desde entonces, sin poder sacarte nunca de acá dentro. Es inútil que me pongas esa cara de sorprendida, te repito.


Pronto he de verte otra vez. Cuando no sé, como mucho menos. Sé que para el idioma de los humanos, estás algo lejos de acá. Pero mi mundo se empeña en verte demasiado cerca. Y es que ya es hora de que vuelvas a entrar en el partido de mi vida de nuevo, porque de verdad el equipo está pasando por una mala racha y necesita una inyección urgente de tus sonidos y de tus olores, para ver si salvamos la categoría, por lo menos esta temporada. Te cuento que hemos recibido últimamente muchas goleadas y las ganas de seguir jugando van mermando poco a poco. Como ves, tu presencia se hace de verdad necesaria.


Claro que de nada de esto te enterarás cuando te vea. Sólo te diré las típicas palabras de saludo, de cortesía y de despedida. Te contaré que todo anda bien en mi vida, hablaremos del alto costo de la vida, de la inseguridad y de la familia. Nos reíremos con los viejos chistes de siempre y con los nuevos. Hablaremos de los amigos y de los amores, nos beberemos algunos tragos y después, el típico adiós entre ambos. Nos disfrutaremos por un rato nada más, sin entrar en mayores consideraciones.


Y ya al despedirnos, nuestros ojos se cruzarán, como siempre lo hacen, y durante unos pocos segundos, sé que los míos dirán todo lo que se puede decir sin decirlo, besarán todo lo que se puede besar sin besarlo, y abrazarán todo lo que se pueda abrazar sin abrazarlo. Y sé que tú te darás cuenta, aunque no quieras admitirlo. No importa, la vida, ésta o la otra, sabrá encontrarnos de nuevo algún día, como hace la vida con todas aquellas almas condenadas a estar juntas. Tú volverás a tu vida, a tus sueños y a tu serena belleza, siempre tan altiva, siempre tan inalcanzable.


Y yo volveré entonces al mismo lugar de siempre, en la exacta mitad de la nada, queriéndote, pensándote, extranandote...