Me gusta la música de Fito Paéz. Confieso que lo estoy escuchando de un tiempo para acá y que no puedo atribuirme la condición de "fanático" del pana desde que el mismo andaba por las calles de Rosario tirándose cuatro peos y saliendo de cuánto bar maloliente habita esa ciudad sureña. Pero lo poco que conozco de sus letras y su música de verdad me identifican, mucho más allá de una rítmica mariposa tecnicolor.
Del poco repertorio que conozco, creo que uno de los que más tarareo, y cuyas frases rompen récord de colocación en cuanta red social existente me lo permite, es áquel que constituye un verdadero S.O.S de ayuda-sin destinatario específico- y que se titula "Dale Alegría a mi Corazón". La canción en sí misma, constituye un verdadero clamor del que la canta para con su interlocutor- desconocido se vuelve a insistir- de que le alivie en algo las penas, de que le dé un poco de alegría, porque "hoy no tuve un buen día por favor". Dificulto de verdad que exista ser humano en esta vida que no pueda identificarse, por lo menos alguna vez, con cualquier parte de esta recomendada pieza musical.
El sábado pasado acudí, según costumbre, al estadio de fútbol para ver a mi eterna adicción roja, el Caracas FC, en otro partido más del ya avanzado Torneo Clausura del fútbol nacional. Pero esta ocasión presentaba algo especial, algo distinto, y no sólo porque por primera vez en mucho tiempo, no me ubicaba en el mero centro de la grada central, justo debajo de la bandera nacional. En una de inevitable aburguesamiento-la edad comienza a pegar- y ayudado en gran medida por el importante puesto que una gran y vieja amistad ocupa en uno de los patrocinantes del equipo, me situé ese día en los puestos VIP de la tribuna techada. Demás está decir que las acciones de esta amistad han tenido un alto repunte en el mercado de valores (Forza Ysa!!!)
Así que allí estaba yo, sentado en los "Very Important Person" (lo cual mi alma arrabalera siempre se ha empeñado en traducir como los "Very Insignificant Person" soy así, que puedo hacer) al lado de otra fiel amistad (Visca Rodia!!) preparado para disfrutar, una vez más, del particular sabor que tiene el fútbol en mi ciudad. Pero esta ocasión era sin duda especial. Y es que como nunca antes, no sólo es que se deseaba, es que era necesaria, URGÍA la victoria. Allí llegó otra vez Fito Paéz a sentarse en la silla VIP y su ruego al interlocutor anónimo: "Y dale alegría a mi corazón, es lo único que te pido al menos hoy".
Y es que ciertamente, hay días de días, semanas de semanas y meses de meses. Pero estos últimos días no han sido exactamente de los mejores. Noticias allá y eventos acá, terminan por pisotear al optimista que se lleva por dentro y a elevar al podio de ganadores al ladilla pesimista de siempre repitiéndote al oído: "te lo dije, todo es una mierda". Noticias que terminan por agarrarte el corazón y colocarlo al ritmo de una marcha fúnebre.
Y entonces es cuando viene el ruego y la súplica. Quieres darle un poco de alegría a ese corazón triste. En mi caso, y ante la comprensible (y a veces no comprensible) ausencia de los tradicionales interlocutores y destinatarios, siempre puedo contar con mi querido Rojo, uno de los pocos que casi nunca falla. El siempre está allí, fiel a la cita cada 15 días, dispuesto a asumir su rol de destinatario de mi súplica, y a brindarme alegría, empeñado en hacerme entender, una y otra vez, que las penas que aquí estuvieron, sencillamente no estarán más.
Y así comienza la terapia de 90 minutos. Al minuto 16 una escapada de Alexander Gonzalez deja solo a Barahona, quién me recuerda, al fusilar el arco rival, que aunque mi hermanita del alma se vaya a vivir lejos, eso no significa que el cariño también se va. Que ella siempre estará a tu lado, como siempre lo estuvo desde que ambos eran niños, y que no hay distancia posible que pueda con la madera fina de la cual ambos están hechos. Y es que me dicen el Matador y yo soy del Rojo.
De la misma forma, el golazo de Edgar Jimenez que puso el 2-0, me espeta en la cara, con la misma soberbia violencia del chute, que aunque seguramente nos perderemos muchos de sus momentos, Mariana Isabel seguirá siendo tu sobrina-ahijada, y que la vida lamentablemente es así, a veces separa a las familias sin ninguna aviso. Uno entiende que, pese a todo, Mariana va a crecer en un sitio donde no existe ese gusto por el resentimiento y la mediocridad que lamentablemente está enquistado, de un tiempo para acá en nuestra sociedad, y que pese a la tristeza y el hueco en el corazón que va a dejar su no presencia, todo será por y para su bien. Tendremos una sobrina gringa, ni modo, pero al Caracas lo quiero, y lo llevo en el corazón, por eso esta temporada a salir campeón.
Sin poder recuperarme del segundo, se vino el tercer gol, obra magistral de Angelo Peña. El grito de celebración terminó de ahogar la arrechera que supuso el ser vetado para un buen trabajo que venía cocinando hace ya tiempo, sólo por aparecer en una lista. Con ese gol vino la convicción de que, aunque por los momentos no pareciera ser el caso, la justicia siempre llega, y que nada cae en saco roto. Entonces que la canten todos, la linda canción, incluso que la canten los pasteleros a los que les falta corazón.
Luego hizo su aparición también el Giova Romero, recogiendo un rebote y colocando el cuarto gol, el cual me explicó que, aunque entiende que da arrechera, ya uno no anda de 15 y el cuerpo pasa factura. Que mejor me lleno de paciencia y hago mi terapia de recuperación del hombro, que ya llegará el momento de volver a los extrañables ejercicios, de los cuales ya llevo apartado casi 5 meses. Que por ahora siga haciendo lo único que puedo hacer: correr. Y claro, cantar, cantar a todo pulmón que hoy he vuelto a la cancha después de tanto tiempo, y que nuestros jugadores están metiendo el pecho.
Y como nunca hay quinto malo, y como por lo general, el que abre siempre es el que cierra, Barahona volvió a recordarme en esa tarde de fútbol perfecta, con su segundo tanto y el quinto del Rojo, que aunque tengamos todos los peos del mundo, siempre es posible encontrar una salida, y que la vida es un asunto demasiado importante para tomarsela tan en serio. Que lo único que no tiene remedio en esta vida es la muerte, y que para entonces, ya nada importará. Y que ya llegó tu barra, la que grita, la que salta, la que toma birra y fuma marihuana.
Se acaba el juego y la terapia de 90 minutos ha surtido sus efectos. Suenan los tres pitazos del árbitro y uno ya ve el mundo un poco distinto. Claro, el destinatario de mi súplica no puede evitar que mi familia sufra una dolorosa separación, ni me podrá devolver el trabajo que por méritos era mío y me fue arrancado por el resentimiento y la mediocridad. Mucho menos me puede devolver la fuerza que necesita mi hombro para ser el mismo de hace un año. Nada de eso.
Pero mi súplica no cae en saco roto. Llegué pidiendo alegría para mi corazón y me fué dada. Grité a los cuatro vientos que no tuve un buen día, y se me respondió con creces. Me espetaron y me gritaron que afuera se irían las penas y el dolor y cumplieron, que ya podía beber y emborrachar la ciudad en celebración, dejando marcada en el alma la particular satisfacción que supone entregar tu corazón a algo que no puedes controlar. Satisfacción de plena libertad, porque finalmente, solo es libre áquel que ama sin esperar nada a cambio.
Como no te voy a querer??
Del poco repertorio que conozco, creo que uno de los que más tarareo, y cuyas frases rompen récord de colocación en cuanta red social existente me lo permite, es áquel que constituye un verdadero S.O.S de ayuda-sin destinatario específico- y que se titula "Dale Alegría a mi Corazón". La canción en sí misma, constituye un verdadero clamor del que la canta para con su interlocutor- desconocido se vuelve a insistir- de que le alivie en algo las penas, de que le dé un poco de alegría, porque "hoy no tuve un buen día por favor". Dificulto de verdad que exista ser humano en esta vida que no pueda identificarse, por lo menos alguna vez, con cualquier parte de esta recomendada pieza musical.
El sábado pasado acudí, según costumbre, al estadio de fútbol para ver a mi eterna adicción roja, el Caracas FC, en otro partido más del ya avanzado Torneo Clausura del fútbol nacional. Pero esta ocasión presentaba algo especial, algo distinto, y no sólo porque por primera vez en mucho tiempo, no me ubicaba en el mero centro de la grada central, justo debajo de la bandera nacional. En una de inevitable aburguesamiento-la edad comienza a pegar- y ayudado en gran medida por el importante puesto que una gran y vieja amistad ocupa en uno de los patrocinantes del equipo, me situé ese día en los puestos VIP de la tribuna techada. Demás está decir que las acciones de esta amistad han tenido un alto repunte en el mercado de valores (Forza Ysa!!!)
Así que allí estaba yo, sentado en los "Very Important Person" (lo cual mi alma arrabalera siempre se ha empeñado en traducir como los "Very Insignificant Person" soy así, que puedo hacer) al lado de otra fiel amistad (Visca Rodia!!) preparado para disfrutar, una vez más, del particular sabor que tiene el fútbol en mi ciudad. Pero esta ocasión era sin duda especial. Y es que como nunca antes, no sólo es que se deseaba, es que era necesaria, URGÍA la victoria. Allí llegó otra vez Fito Paéz a sentarse en la silla VIP y su ruego al interlocutor anónimo: "Y dale alegría a mi corazón, es lo único que te pido al menos hoy".
Y es que ciertamente, hay días de días, semanas de semanas y meses de meses. Pero estos últimos días no han sido exactamente de los mejores. Noticias allá y eventos acá, terminan por pisotear al optimista que se lleva por dentro y a elevar al podio de ganadores al ladilla pesimista de siempre repitiéndote al oído: "te lo dije, todo es una mierda". Noticias que terminan por agarrarte el corazón y colocarlo al ritmo de una marcha fúnebre.
Y entonces es cuando viene el ruego y la súplica. Quieres darle un poco de alegría a ese corazón triste. En mi caso, y ante la comprensible (y a veces no comprensible) ausencia de los tradicionales interlocutores y destinatarios, siempre puedo contar con mi querido Rojo, uno de los pocos que casi nunca falla. El siempre está allí, fiel a la cita cada 15 días, dispuesto a asumir su rol de destinatario de mi súplica, y a brindarme alegría, empeñado en hacerme entender, una y otra vez, que las penas que aquí estuvieron, sencillamente no estarán más.
Y así comienza la terapia de 90 minutos. Al minuto 16 una escapada de Alexander Gonzalez deja solo a Barahona, quién me recuerda, al fusilar el arco rival, que aunque mi hermanita del alma se vaya a vivir lejos, eso no significa que el cariño también se va. Que ella siempre estará a tu lado, como siempre lo estuvo desde que ambos eran niños, y que no hay distancia posible que pueda con la madera fina de la cual ambos están hechos. Y es que me dicen el Matador y yo soy del Rojo.
De la misma forma, el golazo de Edgar Jimenez que puso el 2-0, me espeta en la cara, con la misma soberbia violencia del chute, que aunque seguramente nos perderemos muchos de sus momentos, Mariana Isabel seguirá siendo tu sobrina-ahijada, y que la vida lamentablemente es así, a veces separa a las familias sin ninguna aviso. Uno entiende que, pese a todo, Mariana va a crecer en un sitio donde no existe ese gusto por el resentimiento y la mediocridad que lamentablemente está enquistado, de un tiempo para acá en nuestra sociedad, y que pese a la tristeza y el hueco en el corazón que va a dejar su no presencia, todo será por y para su bien. Tendremos una sobrina gringa, ni modo, pero al Caracas lo quiero, y lo llevo en el corazón, por eso esta temporada a salir campeón.
Sin poder recuperarme del segundo, se vino el tercer gol, obra magistral de Angelo Peña. El grito de celebración terminó de ahogar la arrechera que supuso el ser vetado para un buen trabajo que venía cocinando hace ya tiempo, sólo por aparecer en una lista. Con ese gol vino la convicción de que, aunque por los momentos no pareciera ser el caso, la justicia siempre llega, y que nada cae en saco roto. Entonces que la canten todos, la linda canción, incluso que la canten los pasteleros a los que les falta corazón.
Luego hizo su aparición también el Giova Romero, recogiendo un rebote y colocando el cuarto gol, el cual me explicó que, aunque entiende que da arrechera, ya uno no anda de 15 y el cuerpo pasa factura. Que mejor me lleno de paciencia y hago mi terapia de recuperación del hombro, que ya llegará el momento de volver a los extrañables ejercicios, de los cuales ya llevo apartado casi 5 meses. Que por ahora siga haciendo lo único que puedo hacer: correr. Y claro, cantar, cantar a todo pulmón que hoy he vuelto a la cancha después de tanto tiempo, y que nuestros jugadores están metiendo el pecho.
Y como nunca hay quinto malo, y como por lo general, el que abre siempre es el que cierra, Barahona volvió a recordarme en esa tarde de fútbol perfecta, con su segundo tanto y el quinto del Rojo, que aunque tengamos todos los peos del mundo, siempre es posible encontrar una salida, y que la vida es un asunto demasiado importante para tomarsela tan en serio. Que lo único que no tiene remedio en esta vida es la muerte, y que para entonces, ya nada importará. Y que ya llegó tu barra, la que grita, la que salta, la que toma birra y fuma marihuana.
Se acaba el juego y la terapia de 90 minutos ha surtido sus efectos. Suenan los tres pitazos del árbitro y uno ya ve el mundo un poco distinto. Claro, el destinatario de mi súplica no puede evitar que mi familia sufra una dolorosa separación, ni me podrá devolver el trabajo que por méritos era mío y me fue arrancado por el resentimiento y la mediocridad. Mucho menos me puede devolver la fuerza que necesita mi hombro para ser el mismo de hace un año. Nada de eso.
Pero mi súplica no cae en saco roto. Llegué pidiendo alegría para mi corazón y me fué dada. Grité a los cuatro vientos que no tuve un buen día, y se me respondió con creces. Me espetaron y me gritaron que afuera se irían las penas y el dolor y cumplieron, que ya podía beber y emborrachar la ciudad en celebración, dejando marcada en el alma la particular satisfacción que supone entregar tu corazón a algo que no puedes controlar. Satisfacción de plena libertad, porque finalmente, solo es libre áquel que ama sin esperar nada a cambio.
Como no te voy a querer??
No hay comentarios:
Publicar un comentario