jueves, 11 de noviembre de 2010

NOVIEMBRE...

Siempre me ha gustado el mes de Noviembre. A pesar de las frías y fastidiosas lluvias que caen por estos días, para mí no hay mejor época del año que cuando el calendario marca el mes once y se siente en el ambiente de la ciudad esa expectativa como de que algo extraordinario va a suceder, de que algo extraordinario viene. Creo que dicho sentimiento puede tener su origen desde aquella época en que, al mismo tiempo que uno se sacaba los mocos y los mezclaba con chupetas, esperaba el super y mega regalo que de manera consecuente, el generoso Niño Jesús colocaba religiosamente en el arbolito de Navidad de casa. Sin duda alguna, una de las mejores esperas de la vida.

Por supuesto, cualquiera diría, y con razón, que no se necesita comer mocos con chupetas para esperar algo extraordinario por estas fechas. Ciertamente, allí tenemos, sin ir muy lejos, las deseadas utilidades para los pobres y mortales asalariados, entre los cuáles me incluyo, cada día más golpeadas por la inflación claro, pero no por eso dejan de alegrar, así sea por unos cuántos días, a estos infantes contempóraneos.

Pero Noviembre también puede servir, una vez que uno está más crecidito, como una especie de espejo. Más exacto aún, como un espejo retrovisor. En esa manía que tenemos los humanos de contabilizar y encapsular el tiempo, este mes es propicio, como ningún otro, para ir soltando un poco el acelerador y empezar como quien no quiere la cosa, a reducir velocidad, un poco, no mucho claro, porque al llegar Diciembre el bólido de nuestra vida se desboca en fiestas y celebraciones, corriendo a 200 km por hora para llegar a esa especie de meta de carrera, llamado año nuevo.

Y es que esa mirada al retrovisor, por lo menos en mi caso, se hace necesaria. Ayuda a ver un poco el camino andado y a reflexionar sobre si se está o no en la ruta correcta. También sirve para recordar algunos lugares en los cuales hemos estado, personas con quien hemos compartidos, emociones con las cuales nos hemos encontrados y situaciones que no quisiéramos volver a repetir más nunca en la vida. Dicho con otras palabras, Noviembre es cómo una especie de noticiero nocturno, donde se pueden ver reflejadas muchas de las cosas, buenas o malas, con las que nos topamos inevitablemente en ese ring de boxeo llamado vida.

En mi noticiero-espejo se refleja de repente mi familia. Es la noticia de apertura. Es el principal camino. Entonces me entero con verdadero estupor que Mariana Isabel ya está para ser la campeona nacional de gateo de la categoría Sub-1. Y es que, tal como observo en el espejo,mi sobrinita-ahijada parece uno de esos robots que, al apretar el botón del encendido, se mueve por toda la casa sin ninguna dirección específica a una velocidad de vértigo. Increíble, sí hace poco estaba en la barriga de su mamá, y hoy ya está a punto de cumplir un año.

Daniel Alexander también cumple años dentro de poco y también aparece su imagen en el espejo. El futuro futbolista cada vez habla más claro y ya dentro de poco comienza su colegio. Dicen que está en la mejor época para un bebé y yo no lo discuto, y, es que, a sus casi 3 años ya, este pequeño hombrecito ha demostrado que no se necesita ser un adulto con nariz de goma para hacer feliz a una familia entera. Basta solo observar como le sonríe a la vida, para darse uno cuenta de que no puede existir problema o situación que no pueda resolverse.

El resto de mi familia todo bien. Los sobrinos mayores en plena "aborrecencia", con miradas lejanas y poses de fastidio cuando se encuentran con los mayores. Héctor Alexander con su patineta, Rafael Antonio con su fútbol y Oriana con su ballet. Tres caras de una misma situación. Y lo peor es que apenas comienza. Bueno, paciencia, no puede ser tan malo. Mis hermanos en lo suyo, trabajando y educando a la prole que perpetuará el apellido. Mis viejos, con sus achaques de edad, pero todo bien. Doña Rosa en su bingo y el Doctor Rodríguez en su Oficina. Ambos ya con esa mirada en el rostro de quien se sabe que ha aportado lo suficiente en la vida, y que, no obstante los altos y bajos de siempre, pueden mirar a cualquiera con la frente en alto.

En el espejo de Noviembre también se reflejan los amigos, los panas. Unos se encuentran bien, otros no tantos. Por allí están los ennoviados, los casados, los solteros y los divorciados. Los que están alegres, los que no lo están tanto. Bueno como siempre. Unos andan perdidos, otros aparecen y desaparecen. Unos han partido a otras tierras, otros lo están pensando. Unos cuentan su vida entera por Facebook, de otros no se tiene el mínimo rastro. Pero allí están, siempre pendientes de un encuentro, de unos tragos, de una conversación, de una jodedera, o de todas incluidas. El espejo de Noviembre sigue reflejando, y a Dios gracias, algunos buenos amigos, una de las cosas mas difíciles de encontrar en esta vida.

Noviembre también aúlla algunas penas. Mi pobre tierra cada día parece que se acerca más y más al despeñadero y no pareciera encontrar solución ni salida a esta especie de laberinto histórico en que se encuentra metida. No sé exactamente en que momento, pero me da la impresión de que lo ocurrido en los últimos años ha frustrado de cierta manera a toda una generación de venezolanos, entre los cuales tristemente, me consigo yo en primera fila. Pero como siempre se me enseñó, renunciar no es una opción. Y es que no existe ningún momento para el dejo, se debe caer peleando siempre, en cualquier circunstancia, así el marcador esté 0-8 en contra.

Pero al lado de las penas, Noviembre también refleja en su espejo una personita especial, de esas que te hacen levantar con una sonrisa cada día. Es un especimen raro claro, y no debe estar muy bien de la cabeza, porque eso de empeñarse en reflejar su imagen en mis ojos de verdad que amerita un examen siquiátrico. No obstante, ella ha insistido en caminar junto a mí de un tiempo para acá, y allí vamos, acompasando los ritmos, para ver si nuestros pasos llegan a ser uno con el tiempo. Por ahora, debo confesar que también a mí me encanta verme en sus ojos, y como no va a gustarme, si lo que veo en ellos me hace sentir mejor persona.

Y bueno, Noviembre también muestra muchas otras cosas: un Mundial de fútbol inédito donde he comprobado con absoluta certeza que no sé nada de fútbol. Y hablando de fútbol, el espejo me recuerda que ya son cuatro meses de mi "retorno triunfal" a las canchas, por supuesto, al lado de los achaques de rodilla y hombro, pero bueno, mi niño interior no sabe nada de dolores y médicos. Me muestra también que ya son casi cuatro meses sin encender un cigarrillo y que, por otro año más, sigo siendo un ciudadano de a pie. Noviembre me consigue con algunas deudas por pagar y sitios que no pude visitar. Noviembre me consigue sin Playa Medina todavía.

Seguramente el espejo retrovisor podría mostrarme muchas cosas más, pero el tiempo acecha y ya va siendo momento de volver a pisar un poco el acelerador y mirar el camino que viene. El camino que de verdad importa, y que se asoma en el porvenir. Ese que uno día a día tiene que forjarse porque, de verdad, no queda de otra.

Pero no obstante lo anterior, siempre se hace de cierta forma reconfortante poder observar ese pequeño espejo retrovisor, mirar el camino andado y, a pesar de todas las dificultades y malos momentos vividos, poder esbozar una sonrisa, totalmente convencidos de que, mal que bien, vamos por buen camino, aunque no se sepa exactamente cual es el destino final, y que después de todo, mucho es lo que tenemos que agradecer por tan solo poder respirar. Que se debe aprovechar al máximo los buenos momentos, los bonitos lugares y las personas especiales, porque, tal como dicen muchos sabios por allí, el camino no es tan largo como parece, y la vida se va en un santiamén.

Y porque nada es para siempre, ni siquiera la fría lluvia de Noviembre....












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