Mirando un poco (un poco bastante en realidad) hacia atrás, a la época en que uno era un adolescente, puedo recordar que sonaba mucho en las fiestas, y de hecho, todavía suena, un pegajoso merengue del para entonces (ya el solista trascendió al conjunto) grupo dominicano 4:40, titulado "Visa para un Sueño". Palabras más, palabras menos, la canción versa sobre las peripecias que debían pasar los dominicanos para conseguir "la gracia" de una visa para buscar mejores rumbos en tierras lejanas, rumbos que les eran evidentemente negados en su propia tierra.
Claro, para ese entonces, uno como venezolano veía esas cosas exactamente como lo que era, una simple canción para pulir la hebilla (los que lo hacían, yo en realidad, pisaba cuanto pie cometía el atrevimiento de bailar conmigo) en cualquier desorden o bochinche de matrimonio, de graduación, o de verbena. Si alguien por casualidad dejaba de lado las vueltas y el "maraqueo" inherente a nuestra particular forma de bailar y se ponía a pararle algo a la letra, se encontraba entonces con el drama de una sociedad lejana, de carencias mucho más pronunciadas que las nuestras, con una crisis de sociedad tan grave, que sus nacionales se veían empujados a irse a otro país a pasar trabajo, frío, discriminación y cuanta situación tiene que vivir alguien que decide intentar insertarse en otra sociedad motivado por una única y fundamental razón: la necesidad.
En cambio, de este lado de la canción, los venezolanos estaban muy lejos de semejante necesidad. Al contrario, siempre fuimos un país que recibía inmigrantes. Primero fue la oleada de españoles, italianos y portugueses que huían de la guerra y de la miseria de sus países y encontraron en esta tierra todo lo que su sitio de nacimiento les negó, pasando por los de latitudes más cercanas que, atraídos por el boom petrolero y la abundancia de los años setenta, y finalizando con otros más al sur que huían de las brutales dictaduras que azotaban esa parte del continente, todos sin excepción encontraron en esta tierra la puerta abierta, sin miedo ni recelo de ningún tipo. Los venezolanos en cambio, si hacíamos cola para visas, era sólo por mera necesidad turística. Míster, déme una visa que voy a gastarme unos 15.000 dolares en Miami. Demás está decir que obtener una visa para el Norte, en esa época, era un tiro al piso.
Y es que el venezolano no era de estar probando rumbos en otros lados. Claro que toda regla tiene su excepción, pero los venezolanos que viajaban a otras latitudes, si no era por el mero placer turístico, lo hacían con una beca educativa bajo el brazo, la cual una vez finalizada traía de vuelta a casa a esos destacados hijos con conocimientos científicos listos para aplicarlos en beneficio de su gente. Porque en ninguna cabeza cabía que el venezolano tenía necesidad de emigrar, con este país que nos gastamos, bendecido (eso dicen) de manera casi sobrenatural por todos lados.
Y no es que nunca el país haya estado en crisis. Desde que tengo uso de razón vivimos en una crisis económica, pero de verdad yo nunca ví ningún éxodo masivo de venezolanos, ni observé las embajadas de otros países atestada de tantos connacionales buscando quien sabe qué. Repito, eso era cuestión de colombianos, ecuatorianos, peruanos, dominicanos y vaya usted a saber que más, pero no nosotros. Nosotros recibíamos, nosotros eramos el destino, no el punto de partida.
Tristemente todo eso ha cambiado, y para peor me parece. Hoy nuestros puertos ya no se atestan de ciudadanos de otras partes del mundo queriendo intentar un nuevo comienzo bajo esta contradictoria tierra. Hoy los que se atestan de gente son los aeropuertos y las embajadas, pero de otros países, recibiendo miles de solicitudes de venezolanos desesperados por irse del país que los vio nacer. En otras palabras, de un tiempo para acá, pasamos de ser un país que recibía inmigrantes a un país que los despide. Es un fenómeno que parece incrementarse con el paso del tiempo y que por supuesto tendrá las más claras y lógicas explicaciones de la gente que sabe de estas cosas.
Pero yo, que no sé casi nada de nada, no puedo salir de mi perplejidad de cómo ha cambiado la sociedad donde yo nací. Reflexiono un poco sobre el asunto y de verdad, es increíble la cantidad de amigos y conocidos que hoy hacen vida en otras latitudes, empujados por las más diversas razones, pero lo cierto es que esas personas, que crecieron y estudiaron conmigo, en la cuadra, en el colegio, en la universidad, de un día para otro, y casi sin aviso, hoy hacen vida en otros cielos, bien lejos del lugar donde por derecho de sangre, ellos deberían estar jodiendo la paciencia.
Entonces recuerdo a mi buen amigo de la infancia montado por allá en Seattle, entregando sus grandes conocimientos de fútbol a unos niños que solo piensan en "soccer"; o viene a la memoria un adolescente amor platónico la cual desde ya no sé cuanto tiempo vive en Miami, o mi entrañable amiga de la Universidad pasando el frío parejo en Minnesota luchando por los inmigrantes; ni que decir de mi querida amiga también universitaria dando tanto cariño y bondad por las calles de Madrid; o aquel" ratón de muelle" con quien se disfrutaron tantas peas, dando coñazos en Barcelona; también la atractiva compañera y pana del postgrado repartiendo belleza por Mexico; al igual que mi estimada, talentosa y siempre recordada abogada en Alicante, y ni hablar de mi siempre extrañada alemana maracucha, ahora respirando los aires de Trinidad.
Eso por mencionar a los que de una u otra forma, en momentos y lugares distintos, han estado un poco más cerca del resto. Pero también están todos aquellos compañeros del colegio, de la Universidad, de la vida, todos repartidos por el mundo, sin ninguna esperanza cierta de volver algún día. De hecho, todos asentandóse cada vez más en el lugar elegido para un nuevo comienzo.
Sin embargo, y como todo ser humano, uno no aprende en cabeza ajena. No. No obstante todo ese incremento de ciudadanos venezolanos llenando visas de residencia, de trabajo o de lo que sea en cualquier embajada de cualquier país, no es hasta que ese fenómeno toca a la puerta de tu casa cuando de verdad, comienzas a pararle realmente bolas al asuntico ése de las familias separadas, de los hermanos distanciados y de los corazones destrozados. Como bien lo expreso Martín Niemoller en su famoso poema: "..primero vinieron por los judíos, pero como yo no lo era, no dije nada...".
Pero es solo cuando te tocan a los seres queridos, a los seres que tú nunca piensan que se irán más lejos que 10 minutos en carro, o bueno dos horas si se está en el tráfico caraqueño, cuando uno sí arma el alboroto. Es así, ahora es que uno se coloca en el pellejo de tantas y tantas familias que llorosas, se abrazan a sus familiares en aeropuertos y despedidas y se juran que nunca se olvidarán, que no se van tan lejos, que no es para tanto, "que están a solo 9 horas de avión".
El día de hoy, una persona muy especial para mí está pasando por ese drama. Así, casi sin aviso y sin protesto, se queda sin una hermana y sin un sobrino al cual adora y por el cual ella daría su vida. Sus padres, unos señores de lucha y progreso, de un día para otro se quedan sin una hija y sin un nieto al cual ver y consentir todos los días de su vida, como debe ser, como tiene que ser. Y un país se queda sin otro valioso futuro, valga decir. Claro que siempre estará el Skype, el Facebook, los aviones y las vacaciones, pero coño de la madre, no es lo mismo, no puede ser lo mismo. El cariño, el calor de hogar, la querencia y la pertenencia no se transmite por un mensaje de muro en FB.
Su caso no es el único. Dentro de unos cuantos meses, será mi propia familia la que tenga que despedirse, abrazarse y jurarse que no es para tanto, que no se está tan lejos, y que siempre se podrá tomar un avión de aquí pa allá, y de allá pa acá. Entonces serán mis viejos los que verán a su hija y a su nieta partir, serán mis hermanos y yo los que de repente, ya no tendremos a esa hermanita tan cerca como siempre tuvo que estar, ni tampoco a esa belleza de bebé que es nuestra sobrina mas pequeña, repartiendo alegría a donde quiera que llega. Así como a mi persona especial en el día de hoy, nos tocará ingresar en las estadísticas y decir, a partir de ahora, que tenemos un sitio donde llegar fuera del país, como inútil consuelo a una separación tan dolorosa, como si en esos sitios no existieran hoteles.
Y nadie discute que estos cambios sean para bien. De hecho, estoy convencido, tanto en el caso que esa persona especial está pasando hoy, como el que yo tendré que sufrir en el corto plazo, que dentro de todo, es lo mejor que puede pasarle a nuestra familia que se va. Hoy por hoy, van a un mejor país, aunque duela decirlo, donde nuestros pequeños sobrinos podrán crecer con más esperanzas que acá, donde la gente está más pendiente de salir adelante a través de su trabajo y no a través de una ideología, y donde se facilita el progreso y no se obstaculiza. Claro, pero todo lo anterior, no alcanza a llenar el hueco en el corazón que la ausencia del ser o de los seres queridos deja, eso es seguro.
Porque, como entiende Doña Lourdes eso? como entiende que ya no tendrá todos los días a su nieto corriendo por los pasillos de su casa? Como entenderá Doña Rosa que su nietecita ya no le bailará todos los viernes y le sonreirá cuando le ofrezca la masita de arepa? ¿Como entienden los hermanos que falta una jugadora para armar la echadera de vaina de siempre? ¿Como entiende un país y una sociedad tan necesitado de talento la fuga de sus mejores ciudadanos?
Mientras escribo esto, esa persona especial debe estar con el corazón chiquito, despidiendo a la familia que se va. Ella sabe que tiene todo mi apoyo y mi hombro por si quiere llorar, así como yo estoy seguro que tendré el suyo cuando al que se le ague el guarapo sea a mí. Y es que así somos los de acá, jodedores por siempre y a todo buscandole el lado positivo, aunque por los momentos no lo consigamos. Ni modo, somos desierto, selva, nieve y volcán, y siempre se saldrá adelante, como saldrán adelante los que ahora se van, porque la marca de nacimiento no se borra ni con los -20 grados de invierno que puedan hacer en Montreal en pleno invierno.
Lo dramático de la cuestión es que esa persona especial y yo no somos casos aislados. Lo doloroso es que esas escenas se van repitiendo y repitiendo todos los días. Las embajadas siguen recibiendo innumerables peticiones, papeles y documentos. Se está a la búsqueda del antepasado, del futuro esposo, del enamorado, de quien sea, que pueda dar la visa para un sueño. Algunos lo logran, otros no han podido, pero en eso están. No quiero ya imaginarme quien será el próximo o la próxima, pero lo cierto es que ya no quiero despedir a más nadie, no me interesa donde llegar en otros países, insisto, allá hay hoteles.
Y mientras todo esto pasa, una sociedad indiferente ve a sus ciudadanos partir, una Patria dolida llora a sus hijos que tal vez nunca volverán, como no sea de turistas, y unas madres y abuelas se quedan sin hijos ni nietos que consentir, en el doloroso trance de una Nación a la cual le han saqueado todo, hasta su propio futuro. O es que todos esos niños que se van no eran también el futuro de este país?
Mientras tanto, solo queda la despedida, decir que es un hasta luego, llorar todo lo que haya que llorar, dejar que el tiempo, que todo lo cura, haga su trabajo, y guardar a tu familia en el sitio más seguro del mundo, tu propio corazón, el que a fin de cuentas, y sin importar los kilómetros, guarda los recuerdos más queridos...
Porque para eso no hace falta una foto dos por cuatro, ni tampoco visa para un sueño...
Claro, para ese entonces, uno como venezolano veía esas cosas exactamente como lo que era, una simple canción para pulir la hebilla (los que lo hacían, yo en realidad, pisaba cuanto pie cometía el atrevimiento de bailar conmigo) en cualquier desorden o bochinche de matrimonio, de graduación, o de verbena. Si alguien por casualidad dejaba de lado las vueltas y el "maraqueo" inherente a nuestra particular forma de bailar y se ponía a pararle algo a la letra, se encontraba entonces con el drama de una sociedad lejana, de carencias mucho más pronunciadas que las nuestras, con una crisis de sociedad tan grave, que sus nacionales se veían empujados a irse a otro país a pasar trabajo, frío, discriminación y cuanta situación tiene que vivir alguien que decide intentar insertarse en otra sociedad motivado por una única y fundamental razón: la necesidad.
En cambio, de este lado de la canción, los venezolanos estaban muy lejos de semejante necesidad. Al contrario, siempre fuimos un país que recibía inmigrantes. Primero fue la oleada de españoles, italianos y portugueses que huían de la guerra y de la miseria de sus países y encontraron en esta tierra todo lo que su sitio de nacimiento les negó, pasando por los de latitudes más cercanas que, atraídos por el boom petrolero y la abundancia de los años setenta, y finalizando con otros más al sur que huían de las brutales dictaduras que azotaban esa parte del continente, todos sin excepción encontraron en esta tierra la puerta abierta, sin miedo ni recelo de ningún tipo. Los venezolanos en cambio, si hacíamos cola para visas, era sólo por mera necesidad turística. Míster, déme una visa que voy a gastarme unos 15.000 dolares en Miami. Demás está decir que obtener una visa para el Norte, en esa época, era un tiro al piso.
Y es que el venezolano no era de estar probando rumbos en otros lados. Claro que toda regla tiene su excepción, pero los venezolanos que viajaban a otras latitudes, si no era por el mero placer turístico, lo hacían con una beca educativa bajo el brazo, la cual una vez finalizada traía de vuelta a casa a esos destacados hijos con conocimientos científicos listos para aplicarlos en beneficio de su gente. Porque en ninguna cabeza cabía que el venezolano tenía necesidad de emigrar, con este país que nos gastamos, bendecido (eso dicen) de manera casi sobrenatural por todos lados.
Y no es que nunca el país haya estado en crisis. Desde que tengo uso de razón vivimos en una crisis económica, pero de verdad yo nunca ví ningún éxodo masivo de venezolanos, ni observé las embajadas de otros países atestada de tantos connacionales buscando quien sabe qué. Repito, eso era cuestión de colombianos, ecuatorianos, peruanos, dominicanos y vaya usted a saber que más, pero no nosotros. Nosotros recibíamos, nosotros eramos el destino, no el punto de partida.
Tristemente todo eso ha cambiado, y para peor me parece. Hoy nuestros puertos ya no se atestan de ciudadanos de otras partes del mundo queriendo intentar un nuevo comienzo bajo esta contradictoria tierra. Hoy los que se atestan de gente son los aeropuertos y las embajadas, pero de otros países, recibiendo miles de solicitudes de venezolanos desesperados por irse del país que los vio nacer. En otras palabras, de un tiempo para acá, pasamos de ser un país que recibía inmigrantes a un país que los despide. Es un fenómeno que parece incrementarse con el paso del tiempo y que por supuesto tendrá las más claras y lógicas explicaciones de la gente que sabe de estas cosas.
Pero yo, que no sé casi nada de nada, no puedo salir de mi perplejidad de cómo ha cambiado la sociedad donde yo nací. Reflexiono un poco sobre el asunto y de verdad, es increíble la cantidad de amigos y conocidos que hoy hacen vida en otras latitudes, empujados por las más diversas razones, pero lo cierto es que esas personas, que crecieron y estudiaron conmigo, en la cuadra, en el colegio, en la universidad, de un día para otro, y casi sin aviso, hoy hacen vida en otros cielos, bien lejos del lugar donde por derecho de sangre, ellos deberían estar jodiendo la paciencia.
Entonces recuerdo a mi buen amigo de la infancia montado por allá en Seattle, entregando sus grandes conocimientos de fútbol a unos niños que solo piensan en "soccer"; o viene a la memoria un adolescente amor platónico la cual desde ya no sé cuanto tiempo vive en Miami, o mi entrañable amiga de la Universidad pasando el frío parejo en Minnesota luchando por los inmigrantes; ni que decir de mi querida amiga también universitaria dando tanto cariño y bondad por las calles de Madrid; o aquel" ratón de muelle" con quien se disfrutaron tantas peas, dando coñazos en Barcelona; también la atractiva compañera y pana del postgrado repartiendo belleza por Mexico; al igual que mi estimada, talentosa y siempre recordada abogada en Alicante, y ni hablar de mi siempre extrañada alemana maracucha, ahora respirando los aires de Trinidad.
Eso por mencionar a los que de una u otra forma, en momentos y lugares distintos, han estado un poco más cerca del resto. Pero también están todos aquellos compañeros del colegio, de la Universidad, de la vida, todos repartidos por el mundo, sin ninguna esperanza cierta de volver algún día. De hecho, todos asentandóse cada vez más en el lugar elegido para un nuevo comienzo.
Sin embargo, y como todo ser humano, uno no aprende en cabeza ajena. No. No obstante todo ese incremento de ciudadanos venezolanos llenando visas de residencia, de trabajo o de lo que sea en cualquier embajada de cualquier país, no es hasta que ese fenómeno toca a la puerta de tu casa cuando de verdad, comienzas a pararle realmente bolas al asuntico ése de las familias separadas, de los hermanos distanciados y de los corazones destrozados. Como bien lo expreso Martín Niemoller en su famoso poema: "..primero vinieron por los judíos, pero como yo no lo era, no dije nada...".
Pero es solo cuando te tocan a los seres queridos, a los seres que tú nunca piensan que se irán más lejos que 10 minutos en carro, o bueno dos horas si se está en el tráfico caraqueño, cuando uno sí arma el alboroto. Es así, ahora es que uno se coloca en el pellejo de tantas y tantas familias que llorosas, se abrazan a sus familiares en aeropuertos y despedidas y se juran que nunca se olvidarán, que no se van tan lejos, que no es para tanto, "que están a solo 9 horas de avión".
El día de hoy, una persona muy especial para mí está pasando por ese drama. Así, casi sin aviso y sin protesto, se queda sin una hermana y sin un sobrino al cual adora y por el cual ella daría su vida. Sus padres, unos señores de lucha y progreso, de un día para otro se quedan sin una hija y sin un nieto al cual ver y consentir todos los días de su vida, como debe ser, como tiene que ser. Y un país se queda sin otro valioso futuro, valga decir. Claro que siempre estará el Skype, el Facebook, los aviones y las vacaciones, pero coño de la madre, no es lo mismo, no puede ser lo mismo. El cariño, el calor de hogar, la querencia y la pertenencia no se transmite por un mensaje de muro en FB.
Su caso no es el único. Dentro de unos cuantos meses, será mi propia familia la que tenga que despedirse, abrazarse y jurarse que no es para tanto, que no se está tan lejos, y que siempre se podrá tomar un avión de aquí pa allá, y de allá pa acá. Entonces serán mis viejos los que verán a su hija y a su nieta partir, serán mis hermanos y yo los que de repente, ya no tendremos a esa hermanita tan cerca como siempre tuvo que estar, ni tampoco a esa belleza de bebé que es nuestra sobrina mas pequeña, repartiendo alegría a donde quiera que llega. Así como a mi persona especial en el día de hoy, nos tocará ingresar en las estadísticas y decir, a partir de ahora, que tenemos un sitio donde llegar fuera del país, como inútil consuelo a una separación tan dolorosa, como si en esos sitios no existieran hoteles.
Y nadie discute que estos cambios sean para bien. De hecho, estoy convencido, tanto en el caso que esa persona especial está pasando hoy, como el que yo tendré que sufrir en el corto plazo, que dentro de todo, es lo mejor que puede pasarle a nuestra familia que se va. Hoy por hoy, van a un mejor país, aunque duela decirlo, donde nuestros pequeños sobrinos podrán crecer con más esperanzas que acá, donde la gente está más pendiente de salir adelante a través de su trabajo y no a través de una ideología, y donde se facilita el progreso y no se obstaculiza. Claro, pero todo lo anterior, no alcanza a llenar el hueco en el corazón que la ausencia del ser o de los seres queridos deja, eso es seguro.
Porque, como entiende Doña Lourdes eso? como entiende que ya no tendrá todos los días a su nieto corriendo por los pasillos de su casa? Como entenderá Doña Rosa que su nietecita ya no le bailará todos los viernes y le sonreirá cuando le ofrezca la masita de arepa? ¿Como entienden los hermanos que falta una jugadora para armar la echadera de vaina de siempre? ¿Como entiende un país y una sociedad tan necesitado de talento la fuga de sus mejores ciudadanos?
Mientras escribo esto, esa persona especial debe estar con el corazón chiquito, despidiendo a la familia que se va. Ella sabe que tiene todo mi apoyo y mi hombro por si quiere llorar, así como yo estoy seguro que tendré el suyo cuando al que se le ague el guarapo sea a mí. Y es que así somos los de acá, jodedores por siempre y a todo buscandole el lado positivo, aunque por los momentos no lo consigamos. Ni modo, somos desierto, selva, nieve y volcán, y siempre se saldrá adelante, como saldrán adelante los que ahora se van, porque la marca de nacimiento no se borra ni con los -20 grados de invierno que puedan hacer en Montreal en pleno invierno.
Lo dramático de la cuestión es que esa persona especial y yo no somos casos aislados. Lo doloroso es que esas escenas se van repitiendo y repitiendo todos los días. Las embajadas siguen recibiendo innumerables peticiones, papeles y documentos. Se está a la búsqueda del antepasado, del futuro esposo, del enamorado, de quien sea, que pueda dar la visa para un sueño. Algunos lo logran, otros no han podido, pero en eso están. No quiero ya imaginarme quien será el próximo o la próxima, pero lo cierto es que ya no quiero despedir a más nadie, no me interesa donde llegar en otros países, insisto, allá hay hoteles.
Y mientras todo esto pasa, una sociedad indiferente ve a sus ciudadanos partir, una Patria dolida llora a sus hijos que tal vez nunca volverán, como no sea de turistas, y unas madres y abuelas se quedan sin hijos ni nietos que consentir, en el doloroso trance de una Nación a la cual le han saqueado todo, hasta su propio futuro. O es que todos esos niños que se van no eran también el futuro de este país?
Mientras tanto, solo queda la despedida, decir que es un hasta luego, llorar todo lo que haya que llorar, dejar que el tiempo, que todo lo cura, haga su trabajo, y guardar a tu familia en el sitio más seguro del mundo, tu propio corazón, el que a fin de cuentas, y sin importar los kilómetros, guarda los recuerdos más queridos...
Porque para eso no hace falta una foto dos por cuatro, ni tampoco visa para un sueño...
"BUSCANDO VISA LA NECESIDAD, BUSCANDO VISA QUE RABIA ME DA
BUSCANDO VISA GOLPE DE PODER, BUSCANDO VISA QUE MAS PUEDO HACER..."