O volviendo contigo. Da igual como se quiera entender. Lo único cierto y lo verdaderamente importante es que he vuelto a encontrarte, una vez más.
Y sí, de nuevo he vuelto a toparme con tus aires de misterio y de solemnidad. Nuevamente el corazón se agita y se alborota al pensar en tus formas, en tus palabras no dichas, en el silencio de tu verdad. Nuevamente la mente comienza a desesperar, al verse perdiendo una batalla que creía ya ganada. Y es que de nuevo volviste a asomar tu sonrisa y tu mirada, y eso fue suficiente para acabar con el empeño de llevar una vida atormentada de sentido.
Y yo que te creía plenamente olvidada. Te recordaba como algo curioso que por momentos llenó un breve espacio entre dos estaciones de ánimo. Hoy me queda claro que definitivamente no somos más que unas marionetas con las cuales eso que erróneamente solemos llamar "destino", se divierte hasta la saciedad manejando los hilos como mejor le plazca.
¿Que si quise olvidarte? pues claro. Pero es que así somos los seres humanos. Basta que algo nos llene completamente, nos convierta en personas reales, nos arranque una sonrisa cada dos por tres, nos increpe hasta lo más profundo y nos cuestione hasta lo más elemental en esta vida, para que, cual mujer con sombrero en un cuadro del viejo Chagall, nos corrompamos al mismísimo centro del miedo y planifiquemos el más espectacular de los escapes.
Pero bueno, una cosa es que lo que piensa el jumento, y otra muy distinta, es lo que piensa el que lo arrea. Y en este caso, para bien o para mal, el animal de cuatro patas parece que soy yo. Ciertamente, no pude engañar eternamente a mi mente, tampoco pude machacar suficientemente el corazón. No hubo sustituta que pudiera anularte, mucho menos que te convirtiera en olvido.
Así que aquí estás, de nuevo retándome con tu cara maliciosa. Retándome a conquistarte, retándome a llegarte, dibujando en tu rostro la más irónica de las sonrisas, saboreando exquisitamente de nuevo tu triunfo. El triunfo del sin sentido, la victoria del imposible, la supremacía de la puerta angosta.Atrás vuelven a quedar de repente, la seguridad de lo conocido, la tranquilidad de lo palpable, la cotidianidad del día a día sin que pase nada, sin que pase todo.
Y de nuevo el tonto corazón que acepta el reto, tu reto. Está bien. Me conoces y te conozco. Veo tus cartas y subo la apuesta. Tal vez por esta ocasión, quien sabe, me toque una buena mano de barajas, y si no, por lo menos será divertido de nuevo bailar pegado contigo. Bailar al ritmo de esa música que solo tú y yo conocemos, que sólo tú y yo entendemos.
Conozco la sensación. Conozco tu olor. Conozco el matiz diferente que la palabra vida adquiere contigo. He escuchado el tono diferente de la lluvia estando a tu lado. Me pierdo en tus ojos que rebosan vida y sé, hasta el infinito y más allá, que de nuevo estoy en serios problemas.
Me querías de vuelta, de nuevo me tienes. Un poco más testarudo, un poco menos joven. Comienza la música y volvemos sobre los mismos pasos. Tú, tan cerca y tan lejos, tan inalcanzable, coqueteando, sugiriendo.
Y yo, atrapado en el laberinto de los grandes riesgos y de las grandes posibilidades, intentando, peleando, volviendo contigo, volviendo a ti...
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