martes, 26 de julio de 2011

EL ANGEL DE BURDEOS...

Héroes. ¿Quién no los ha tenido? desde aquellos de la primera infancia, habitantes permanentes de un mundo que no volverá, hasta éstos de la edad adulta, no tan sorprendentes como aquellos claro,mucho más humanos y disfrazados de futbolistas, músicos, escritores, científicos, y una larga lista de etcéteras, dependiendo de la visión de la vida y del gusto de cada quién.

También existen los héroes obligados. Aquellos que desde que entras en la primera aula de clases te los encasquetan en cuánto libro de historia tienes a la mano. Son obligados porque la idolatría no nace a modo propio, sino que te la van lentamente incluyendo en tu listado particular de héroes, hasta el punto de casi llegar a ser un traidor a la patria si uno "osa" cuestionar alguna actitud que no nos parece del susodicho en cuestión. En fin, que me dirán lo que quieran, pero yo no me trago nada parecido a que una frase como "contad con la vida, aún siendo culpables", pueda ser pronunciada por alguien que se llame héroe. Lo siento, pero dicha frase jamás fue pronunciada ni siquiera en su peor momento por Mazinger Z. Yo no puedo tener por héroe a una persona que asume solidaridades automáticas sin ni siquiera dignarse a averiguar si el pana en cuestión es culpable o inocente.

Pero en fin, a este mundo de héroes, inventados o no- ese ya es otro tema- yo quiero traer y presentar a uno de mis favoritos. Hace poco se cumplieron 126 años de su nacimiento (19 de julio) y, salvo en algún que otro lugar de este desquiciado mundo, dicha fecha pasó como si nada en los distintos calendarios y efemérides relevantes.

Su nombre: Arístides De Sousa Mendes. Nacido en un lugar conocido como Cabanas de Viriato, Portugal, un 19 de julio de 1885. Diplomático de carrera, prestó servicios para el gobierno de su país en varios puestos, hasta llegar al cargo de Cónsul. De familia adinerada, era el típico profesional con futuro brillante en su carrera.

Para echar el cuento corto, y para entender el por qué de mi admiración por este caballero, habrá que trasladarse al año 1940, a la Francia humillada y derrotada por las fuerzas nazis, las cuales avanzaban con todo su potencial bélico y odio desde el norte hacia el sur. París había sido ocupada el 14 de junio, y miles de ciudadanos huían despavoridos hacia donde pudieran, muchos de ellos judíos. En eso se llega a una ciudad: Burdeos, y a un sitio en particular: el Consulado de Portugal.

Para entonces gobernaba el país luso uno de esos tantos "autopredestinados de la historia" llamado Antonio De Oliveira Salazar. Un tipo humanitario que, para congraciarse con el asesino de Adolf Hitler, ordenó a todos los consulados portugueses en el exterior, que se abstuvieran de concederle visados entre otros especímenes, a "judíos expulsados de sus países de origen o del país del que sean ciudadanos".

Pero que vaina con los héroes vale. Que fastidiosos se ponen a veces. El Consulado de Portugal, como tantos otros consulados, se encontraba abarrotado de personas, familias enteras, mujeres, niños, ancianos, todos buscando su última oportunidad de escapar del infierno nazi. En eso entra en escena el héroe de ésta historia.

Cuentan varios testimonios, entre ellos el de uno de sus hijos, que la madrugada del 15 al 16 de junio, Arístides no pudo dormir. Escuchaba a lo lejos el ruido de las personas que abarrotaban el Consulado, y lo mortificaba el hacer o no lo correcto. Porque él sabía,como lo sabemos todos los seres humanos, lo que era lo correcto, solo que al resto de los mortales nos cuesta hacerlo porque sencillamente, es muy difícil. Esa es la diferencia entre ser o no héroe. No hay otra. Arístides no arriesgaba poca cosa: desobedecer la orden de su Presidente equivaldría a un incierto destino tanto para él como para su familia.

Parece que nuestro amigo, católico de convicción, se la pasó rezando toda la noche. Cuando amaneció, siempre según el testimonio de uno de sus hijos, parecía que había envejecido 30 años, pero en su mirada se veía la resolución tomada. Informó a todo el personal del Consulado que él otorgaría visas a todo aquel que se la pidiera. "Sí tengo que desobedecer a alguien, prefiero desobedecer a los hombres y no a Dios", fue su justificación cuando el gobierno de Lisboa le llamó la atención por desobedecer al líder máximo.

Así, nuestro héroe se dedicó, con la ayuda de sus hijos, sobrinos y del rabino de Amberes, Jacob Kruger, a expedir y firmar visados temporales de entrada a Portugal para que la gente pudiera embarcar hacia los Estados Unidos. El dictadorzuelo de entonces, jamás le perdonó esto. Lo destituyó del servicio diplomático, pero Arístides ni media bola le paro. Se trasladó a la ciudad de Bayona, y entre el 20 y 23 de junio siguió con su orgía desenfrenada de entrega de visados con el sello de cónsul que había llevado consigo desde Burdeos. El pana habrá pensado: " si me jodo, que por lo menos me jodan por bastante".

El Gobierno de Lisboa le ordenó que se reportara de manera inmediata a la ciudad. Arístides obedeció, pero en el transcurso del viaje de retorno, se dedicó a sellar pasaportes de todo refugiado que encontrara en el camino, e incluso tuvo tiempo para una más: como las comunicaciones en ese entonces distaban mucho del BB y del twitter actuales, Arístides se las arregló para dirigir a una multitud hacia una casilla aduanal española que no había sido avisada de la orden de no dejar pasar a los visados del cónsul rebelde, y cruzó con ellos la frontera española, rumbo a Portugal.

El resto es historia. Nuestro héroe fue obligado a renunciar a su cargo y a todos sus beneficios. Jamás pudo conseguir otro empleo, porque también le quitaron su licencia de abogado, y nunca le fue pagada ninguna indemnización. Terminó sus días en la pobreza, totalmente aislado e ignorado hasta por sus vecinos, quienes no le hablaban por miedo a represalias, comiendo y viviendo de la caridad de la comunidad hebrea de Lisboa, que lo ayudaron con su familia, compuesta por 14 hijos. Murió en la más absoluta miseria, el 3 de abril de 1954, en un hospital de los franciscanos, enterrado solo con una túnica.

Con su actitud rebelde, con el respeto a sus más profundas convicciones, y con verdaderos huevos, este señor fue el responsable de haber salvado por lo menos 30.000 vidas, dado que ése fue el número de visas que emitió, mucho más que las que salvó el también héroe Oscar Schindler (el de la famosa lista). Pero, cosas de la vida vale, al final de la guerra, el dictador Salazar fue felicitado y condecorado por "haber ayudado a salvar a muchos refugiados".

Solo a partir de 1966, su nombre comienza a ser reivindicado. La Organización hebrea Yad Bashem le da el título de "Justo entre las Naciones", el más alto honor que recibe una persona extranjera en Israel. Solo es en 1987 cuando su propio gobierno lo condecora con la Orden de la Libertad y pide disculpas públicas a su familia.

Arístides nunca manifestó ningún remordimiento por lo que había hecho. A él se le atribuye la frase, en plena época de miseria: "si muchos judíos sufren por un cristiano, entonces un cristiano puede sufrir por muchos judíos". En esa frase se resume, sin lugar a dudas, la grandeza de este hombre.

En el año 2007, fue realizada una encuesta en Portugal sobre los 10 hombres más grandes que hayan nacido en esa tierra. Curiosamente, Arístides no quedó primero. Fue el tercero de la lista, que encabezó, ¿adivinan? Antonio Salazar!!!!...definitivamente, como dice una conocida canción: "lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida".

Y lo hermoso le costó la vida a "El Angel de Burdeos", pero solo su vida material claro está, porque sus principios y valores jamás le pudieron ser arrancados, ni siquiera en la hora en que tuvo que decidir entre su futuro personal, su carrera y su familia, y la suerte y las vidas de 30.000 desconocidos. No lo dudó ni un solo instante, y he allí donde radica todo su heroísmo, porque como bien dice el Talmud: " el que salva una vida, salva al mundo entero".

Héroe, sin disparar un tiro, sin grandes batallas, sin grandes alharacas ni majestuosos desfiles, solo armado con un sello y con la integridad de un hombre que jamás se vendió. Héroe de verdad verdad: ARISTIDES DE SOUSA MENDES...







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